|   |  | ...donde ciertas personas contarán su experiencia mística...  "A beautiful obsession
                "Diego Sánchez:
  En las paredes de la casa en la  que crecí no hay cuadros del Rey, ni crucifijos, ni fotos del abuelo. Tampoco  nos ha dado por colgar mi orla de graduado universitario ni un reloj del  Atleti. Pero lo que sí tenemos enmarcado en el salón es un dibujo de un señor  norirlandés con sombrero y gafas de sol donde se reflejan las teclas de un  piano, en una escena-homenaje a la fotografía más famosa de su ídolo: Ray  Charles.
                   Caí fulminado al  poco tiempo de salir de la cuna. De mi padre heredé el escepticismo para con el  poder establecido y el discurso oficial, un metabolismo amable, la  hipertensión, el sufrimiento rojiblanco y, claro, la obsesión por Van Morrison.  Mis primeros recuerdos de Van provienen de una infancia de la que no recuerdo  el contenido de mis deberes escolares, pero sí el título de discos y canciones  que, a la postre, me acompañarían toda la vida. Por ejemplo, recuerdo los viajes  en el asiento infantil del coche en los que no importaba el tiempo de trayecto  ni lo divertido del destino porque me permitían escuchar una y otra vez el solo  de armónica de Philosopher’s Stone, mi primera canción favorita  antes de saber qué era una canción favorita. Por ahí también aparece el día de  1997 en que mi padre se compró un equipo de sonido JVC —que aún utilizo—  en el que solía reproducir el entonces fresco Hymns to the Silence (1991)  mientras usábamos el pasillo de casa y un carcomido balón de goma espuma para  intercambiar chutes, regates y paradas acrobáticas que desafiaban la integridad  de mi cráneo. Lo más  importante de Van Morrison no es su música, sino la capacidad de esta para  hacernos conectar con nosotros mismos, trascender lo mundano y aferrarnos a las  esencias que hacen que la vida merezca la pena. Si un día te sientes perdido y  te ahoga el vértigo existencial, no hay mejor brújula que la que apunte a  Caledonia, ese territorio imaginario pero que todos llevamos dentro. En un planeta  decadente, individualista, acelerado y desnaturalizado por la productividad  capitalista, es la responsabilidad de cada uno construir y proteger su propia  aldea gala espiritual. Su propia Caledonia. Aquello que permanece inexorable e incorruptible  a la erosión de lo peor del mundo —y de nosotros mismos—, incluso si esto nos  condena a la incomprensión y a no encajar con la jet-set, como explica  nuestro aparentemente apolítico trovador en Saint Dominic’s Preview.                   La música en general no vuelve a  aparecer en mi cabeza hasta la adolescencia. Entre los 12 y los 17 desarrollé  la habitual explosión del olfato musical que después fue moldeando mi personalidad  a base de rock clásico, punk, blues, jazz, folk y todo lo que me encontrase. Nunca  se disfruta nada con la intensidad y la sensibilidad de la pubertad. Y, cuando  creía que ya lo había escuchado todo, me puse en serio con Van Morrison  y descubrí que no hay nada igual.  En aquel entonces,  paradójicamente y en contra de lo que respondería a día de hoy, la etapa que  más me gustaba de su enorme catálogo era la que iba desde 1990 y 2010, con  mención especial a The Healing Game (1997), Back on Top (1998), Down  the Road (2002), Magic Time (2005), Keep it Simple (2008) y  el que me parece uno de los discos en directo más infravalorados de la  historia: A Night in San Francisco (1994). Ya no solo en términos vanáticos,  sino porque la media hora de medley que va desde I’ll Take Care of  You hasta Lonely Avenue representan una masterclass de blues y soul  añejo. De estos años salen algunas de sus canciones que más me gustan: Stranded,  The Beauty of the Days Gone By, Sometimes We Cry, Fast Train, Behind the Ritual… En la década de mis 20s me tocó  vivir en cuatro países y nueve ciudades en las que me enfrenté a todo tipo de  cambios, miedos y esperanzas. Cada amigo, novia, compañero de trabajo o frutero  de barrio con los que me topé, sabrían decirte cuál es mi músico favorito. A  fin de cuentas, pasamos la vida fingiendo edificarnos a través del sistema  educativo, el ámbito laboral y las relaciones de pareja cuando, en realidad, somos  seres simples cuyos ingredientes esenciales se formaron antes de que pudiéramos  darnos cuenta. En el fondo, allá donde estuve y allí donde estaré, solo habrá  un común denominador: el escepticismo para con los poderosos, el metabolismo  amable, la hipertensión, el Atleti y Van Morrison. Aunque siempre lo he escuchado de  manera intensa, aún a día de hoy intento reservarme su música para los momentos  más especiales, íntimos y lúcidos. Si todas las noches ves El Padrino, dejará  de ser El Padrino. Y ya que hablamos de pináculos, conforme avanzaba mi  madurez musical y vital, fui descubriendo que todo aquello que creía lo mejor  no era sino el humilde crepúsculo de una trayectoria que encerraba en los 70s y  los 80s la racha de discos más prodigiosa de la historia.                   El torrente creativo que va desde  el génesis caledónico de Astral Weeks (1968) hasta el magistral No  Guru, No Method, No Teacher (1986) requería una edad más avanzada para  poder apreciarla en plenitud. Como todo el mundo, comencé por el baile lunar de Moondance (1970) —de la que, curiosamente, mi favorita es Brand New  Day— y fui perdiéndome disco a disco hasta convertirme en un verdadero vanático.  Teniendo en cuenta que ya se ha escrito lo suficiente de los grandes elepés y  canciones de esta época, creo que sería mucho más interesante destacar algunas de  las joyas ocultas que más me gustan de esos años.                     A lo largo de su carrera, pocas o  ninguna formación que haya acompañado a Morrison ha sido tan clave a la hora de  darle un sonido como la Caledonia Soul Orchestra con la que firma un  desenfadado His Band and the Street Choir (1971), con tesoros ocultos como Virgo Clowns, Gypsy Queen o Crazy Face, pero sobre todo,  la jam inédita e instrumental Caledonia Soul Music, hoy rescatada  gracias a YouTube. También con esta formación firma It’s Too Late to Stop  Now (1974), considerado uno de los grandes álbumes en directo de todos los  tiempos, y del que no puedo dejar de mencionar la versión de I Paid The  Price en directo en Santa Mónica (California).  Otro disco que siempre me fascinó es Veedon  Fleece (1974), grabado en unas pocas semanas en Irlanda (donde me fui de  Erasmus por Van) y que contiene las esencias del celtic soul en cortes  imprescindibles como Fair Play, Streets of Arklow o You Don’t  Pull with no Punches. Aunque mi debilidad es Cul De Sac: una letra  imposible de entender pero cantada con un sentimiento a la altura de pocos  temas del León de Belfast.                    En la misma línea, es imposible  olvidar la Cara B de Into the Music (1979), con un Morrison en estado de  gracia encadenando pista tras pista prácticamente sin editar, constituyendo  toda una oda al amor puro (ingrediente principal de todo viaje a Caledonia) a  través de Angelou, And the Healing Has Begun o It’s All in the  Game. Y qué decir de la prodigiosa Haunts of Ancient Peace con la  que abre el meditativo Common One (1980).                   Por último, mención especial a esa  especie de outro llamado Beautiful Obsession y que acaba  convirtiéndose en una de mis canciones favoritas sorpresivamente, pues se  incluye en uno de sus discos que menos me gustan (Wavelength, 1976). A  partir del minuto cuatro, Van The Man comienza a hacer lo que mejor sabe hacer:  perder la cabeza y sumergirse en la música para dejarnos una serie de crípticas  lecciones. Una de ellas, “let the cowboy ride”, fue posteriormente utilizada  por Bob Seger en su clásico Against The Wind. Pero lo  verdaderamente cautivador es ese “this is more than a song to sing”, unas  palabras que resumen que, en efecto, esta bonita obsesión no solo va  canciones. Últimamente en mi casa no se  escucha tanto a Van Morrison. Desde hace unos meses, la quimioterapia ha bajado  el volumen a la banda sonora de mi padre. Por suerte, mientras escribo estas  líneas entramos felizmente en la recta final de un proceso de recuperación que,  señales del caprichoso destino, culminará este verano coincidiendo con la  visita de nuestro amado norirlandés a las Noches del Botánico en Madrid. Pónganme  dos entradas y no nos esperen despiertos. Que nadie me diga que nos pusimos muy  pesados con esta bonita obsesión. Siempre tuvo que ver con algo mucho  más grande que la música. The healing…has begun. "Ese Warm Love…
                "Jaime:
  ¡Hola! Siempre me refugio más en los discos que en los conciertos. Por  circunstancias que no vienen al caso no pude asistir a tantos como hubiera  deseado, pero lo pasamos genial en todos excepto en aquel del otoño del 2000 en  A Coruña. Solicité licencia laboral para ver a Van Morrison, ¡a Van Morrison,  leñe! La espantada del genio nos apeó en marcha. Me sentí un niño al que le  roban el mejor caramelo del mundo apenas había comenzado a saborearlo. Puede  que el hombre no tuviera su día, o que el vinagre y el marisco de las rías  gallegas no empasten bien. Me quedé con las ganas de mandarlo al viento fresco  de la Cyprus Avenue, lugar que, a pesar de todo, me sigue enamorando. Lo  mejor de aquel día fue encontrarse con gente que no veía desde hacía más  de quince años, todavía nos echamos unas risas.
 De nuevo en casa, volví al estante de sus discos, me agarré a cada uno de  ellos como si fueran clavos ardiendo. Fue volver a aquel 1977-1979, cuando la  sesentera Gloria de los Them ya era mucho, hasta la recién Patti Smith  se había marcado una salvajada de versión. La Serie Pioneros estaba sacando  unas reediciones acojonantes, allí estaba el Moondance, con su homónima,  Caravan, y tanto rollo maravilloso. Y como necesitaba más se vino muy  pronto para casa It´s To Late To Stop Now, cual Grandes Éxitos desde sus  años en Them hasta 1973, grabados en directo, siempre me cuesta elegir, tal vez  sea mi favorito, tal vez…, es oro molido pinches donde lo pinches. Van es mucho  Van y la Caledonia Soul Orchestra, con secciones de viento y cuerdas, apabulla  al personal irremediablemente. En algún momento leí que dejó fuera el tema Moondance  por un error en la Strato de John Platania. Me gustaría escucharlo para  gritar ¡son humanos! Pues no me bastaba y fui a la caza de Hard Nose The Highway, poco  después me lo pidió un amigo –nunca volverá a salir un vinilo de casa–, se lo  llevó a la playa a tomar el sol, me lo devolvió con semejantes ondulaciones que  al girar tiraba el brazo a medio kilómetro… Dijo que lo sentía mucho, más lo  sentí yo pues casi ni lo había catado. ¿Sabes?, no había Internet, no era fácil  conseguir según qué discos. A día de hoy el inserto y la cubierta siguen  luciendo en una de las paredes musicales de nuestra casa de acordes. Tiré el  vinilo y casi me arrepentí de inmediato, podría habitar también en esa pared  como prueba de lo que arde, de lo que se quema antes de ser cenizas. Recuerdo  tardar más de un año en conseguir una nueva copia y comprobar que el coro  sinfónico era innecesario para festejar el retorno de la nieve a San Anselmo,  la personalísima voz se basta para mantener el relato, para cantarle a Tennesse  Williams, James Dean y Brando, jugando con los contrapuntos del guitarrista y  el solo de Jef Labes al piano. Comprobar también cómo la sección de vientos lo  da todo en Hard Nose The Highway, con el jefe solicitando primeras tomas  poderosas, igual que Sinatra ante la orquesta de Nelson Riddle. Qué bien viene  al pelo cada otoño hecho canción cuando “leaves of brown they fall to the  ground …Pitter patter the rain falling down…”, y hacer lo imposible por ser  verde, hasta la rana Gustavo la cantó de bien, The Man la aproximó, todo  ingenio, al vodevil teatrero. Nos habíamos enamorado de Warm Love hasta  el punto de irnos con la radio cassette o la guitarra a las rocas del Orzán  cuando las dejaba ver la bajamar y se la tarareábamos a las olas. Cierto día  una más brava se llevó la cinta de Quadrophenia. Años después intentamos tan  cálido amor a voz, acústica y bajo, pero, sin batería, el bajista se encontraba  medio desnudo, tal vez era demasiado recatado y yo muy atrevido…  Y de pronto, el estreno de The Last Waltz. ¿Qué se percibía en el  aire?, ¿Sería porque el dictador había pasado a mejor vida y al fin se nos  permitía vivir? Semejante plantel de estrellas, aquel sonido, la sala oscura,  desaparecía la pantalla, era real y estábamos allí. Las patadas al viento de  Van, nuestras almas sonreían vibrantes con Caravan, su rostro inquieto  cuando Richard Manuel coge la segunda estrofa de I Shall Be Released, y  el dueto entre ambos para Tura Lura Lural –vale, esto sólo salió en el  triple LP– rememorando aquel “oh, Richard…, oh, Belfast cowboy…” de  cuando 4% Pantomime en el 71. Mi chica y yo salimos flotando del Teatro  Rosalía.
 Pero hubo más, y ¿diré sublime? Metimos el Saint Dominic´s Preview  en una C-90 para los viajes en coche. Grabamos, con toda la intención, Listen  To The Lion al principio y al final, la batería se ensamblaba de tal modo  con ese vibráfono tan sutil que por momentos no se escuchaba, pero estaba. Y  los coros…, sonido de sonar, buáaaa, aplausos a la contra, un “dadadadadada-dadadadada”  que podías tararear incluso en la ducha, dos saxos avizores y saltamos sobre  una locomotora decididos a no bajar nunca, llegar a Caledonia, el corazón  repartido entre Reet petite con sabor a tutti frutti de Jackie Wilson y  esa chica que te tiene en el cielo cuando sonríe. También andaban por ahí el Gypsy,  vagando bajo la Luna y las estrellas, buscando donde colgar su sombrero, el  puente central es soberbio, el estribillo, otra locomotora, y van dos, qué  preciosidad. Van Morrison es uno de los más. Toda esa burrada de música continúa tan  viva como que aún allana las cuestas subiendo a la Serra do Courel, adiós  ríos, adiós fontes e regatos pequenos, tesos cumes, eiquí síntese ben o pouco  que é un home, o las bajadas a las playa del Monte Louro o del Mar  de Fora, o si prefieres a 120 por hora por las autovías de la Meseta, o  entre campos de trigo camino de Burgos, o Bilbao, o llegando al Empire State.  Pero no me digáis que es el mejor, no puedo elegir que muero en el intento. En  este preciso instante que suena Listen to the Lion lo es, aunque en  tantas ocasiones lo mejor es simplemente una canción, un estribillo, un gemido,  un acorde, como ese de Long and Winding Road que me soñó tantas noches,  cuando chaval, mientras no pude cazarlo. Y suena de nuevo Listen to the Lion,  hachazo de acústica en Mi, el León norteño se lo toma con calma, se enfada, nos  araña camino del zarpazo en el final de estrofa y, cuando piensas que te  lanzará al vacío, un acorde de onceava te rescata para volver a empezar.  Tendremos que volver a verlo en vivo algún día, volver de nuevo a Caledonia de  la mano de ese libro de Isabel y Miguel. ¿Había dicho sublime? La locura que  permanece. 
  
                    |  |  “No es un problema; es una misión”
                  Manuela Lorente:
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   “Amor de libro”
                  Victor Abad:
                  Suelo contar que la culpa de mi amor por Van Morrison es del  libro de Isabel y Miguel. Puede que no sea del todo cierto ya que estoy seguro  de que me habría cruzado con Van de una forma u otra y me habría acabado  enganchado. De lo que sí que estoy seguro es de que mi experiencia no habría  sido la misma.
 Mi primera relación “seria” con Van fue a través de  Geraldine, la profesora de inglés que tuve en mi adolescencia. Geraldine era irlandesa del Norte. Su aula estaba presidida  por un poster de los grandes escritores irlandeses. Nos introdujo a la  mitología irlandesa, su literatura y nos compartió su visión personal del  conflicto (totalmente alineada con el Sur). Le debo mucho por conseguir que  aprendiese a hablar inglés. No recuerdo bien cómo fue, pero un día me regaló mi primer  disco de Van Morrison, el recopilatorio The Best Of Van Morrison Volume Two.  Es cierto que no sería el disco que regalaría a un neófito, ya que no cuenta  entre sus temas con ninguno de sus grandes éxitos. No obstante, para mí se convirtió  en un disco que escuchar una y otra vez y en el que sus quince temas se fundían  como una sola canción. Eso sí, haciendo una reflexión posterior, el disco contenía  ese In The Garden que alguna vez nos ha regalado de forma brillante en  alguno de sus conciertos madrileños. Pasados unos años en los que tuve una relación tangencial  con el resto de grandes éxitos de Van entra en escena el Viaje a Caledonia.  Si no recuerdo mal lo compré en una caseta en las fiestas del PC en la Casa de  Campo en 2005. No era el sitio ideal para comprar un libro, pero de alguna  manera que aún no me explico consiguió llegar a casa esa noche. Y los hermanos López consiguieron que me enamorara de Van  Morrison. Y consiguieron que It’s Too Late To Stop Now se convirtiera en  uno de mis discos favoritos, el que más he regalado. Y lo leído alimentó muchas  conversaciones como esa recurrente que tuve con mi amigo Andrés durante años  bajo los efluvios del alcohol, sobre si era mejor la versión del Caravan  que se encuentra en el It’s Too Late, o al de El Último Vals con  The Band. Esta obsesión por el Caravan me brindó uno de los  momentos que recuerdo con mayor cariño encima de un escenario, cuando la  interpretamos como parte de nuestra recreación de El Último Vals  homenajeando a Levon Helm en 2012.  Después del concierto conocí a Isabel y a Miguel, y durante años  no asocié que ellos eran los autores del libro que me había acercado a Van  Morrison. Huelga decir la alegría del momento en el que se descubrió el pastel. “Save your soul ”
                  J. David Martín Álvarez:
                  ¿Van Morrison? ¿No será Jim  Morrison? En el año 1991 se estrenaba The  Doors, el filme de Oliver Stone que nos facilitó el descubrimiento del maná  acústico de los 60 a la juventud española. La que bautizaron como Generación X. Esa contumaz necesidad del  humano occidental por etiquetar todo, probablemente para envasarlo y venderlo mejor.  Una progenie pues, nacida tras la muerte de  la momia de El Pardo, ya con el Cola-Cao plenamente democrático y todo, señora.  ¡España se durmió dictatorial y amaneció moderna y reluciente!
                   Así pues, la vía del cine  aseguraba la llegada a buen puerto a nuestros tímpanos, aunque solo fuese vía  BSO, maldita sea. Recuerdo para tales momentos fundacionales Forrest Gump o Mejor imposible en el cine, o West  Side Story y Apocalypse Now en la  TV. También ayudaron los bombazos discográficos en modo revival tipo The Beach Boys – Collection (1991), y  los cedeses de los kioscos, mucho más baratitos. Sumemos las tonadas que  habitaron nuestro inconsciente sonoro, desde el Jazz de los dibujos animados de  los 70-80, a las melodías de cientos de pelis en Primera Sesión los sábados a las 16 horas en la tele pública.  Lo importante era transitar hacia los frutos  más sustanciosos de un tiempo que parecía remotísimo, mítico, arrebatador e  inalcanzable y desde luego que no era el presente, ¿me tomas el pelo? Si no  provocaba un viaje, para nada servía. No era suficiente con entretener: debía  transportar.                    Solo existían ya para mí Jim,  Elvis, Chuk, Otis, Aretha, los 50, la Simone, Dylan, Fats, Simon y Garfunkel o  el Blues.  Para los que tuvimos que  abrirnos paso solitariamente y sin pelas en la apasionada escucha, esa gente y  su sonido era la destilación de la ambrosía y cuestión de vida o muerte. La  ausencia de dinero propio era un factor sobresaliente, la ausencia de música  popular en casa otro. Además el hermano mayor era yo, qué coño, no es tan  fácil. Robar en el Pryca está ya muy jodido. Venga, a golpe de cinta de  cassette. Permite copiar, copiar, copiar, copiar, copiar… Ufff, menos mal… La  tecnología socorriendo a las musas y de paso induciendo nada menos que una  necesaria Redención de las heridas propias del vivir.                    De veras pienso que la música nos  preservó la vida a los prisioneros de las armonías, aquellas canciones que solo  te hablaban a ti. Los ya abducidos por los acordes de la primera guitarra  salvífica, hijos de una sociedad de mercado habitando quimeras... Y es que eran  tiempos para la masa acéfala y el materialismo salvaje, y yo parte de ello,  claro.  Los malditos 40 Principales a la cabeza (cuánto daño), videoclips, radios de  refrito, mercadotecnia despolitizada y anglocentrismo blanco a expuertas o  cutrerío nacional. Era mejor arrullarse en las seguras aguas de lo pretérito,  dónde va a parar. Mira colega,  pasando  de andarme con gilipolleces en años tan señalados y en los que imperativo es la  supervivencia, necesito agarrarme a algo sólido.                    Y ya a su vez con Bruce, Nina,  Prince y Lennon cerquita, un día  caen en  mis manos dos CD 's de tito Van. Uno era Days  like this, al principio algo frío, qué limpieza de sonido… Se distingue  cada instrumento, producción inmaculada, esa segunda voz acojonante de maese  Brian, esos metales virgen santa, Pee Wee Ellis al saxo… Preparado ya el camino  para  una epifanía de gran calibre. Un  punto y aparte.                   Que me aspen si este tío con  pinta de guiri enrojecido en Jávea no es una laña entre un pasado dorado y este  prosaico presente. Es, es, es…: ¡Un malencarado guardián de las  esencias de las músicas del algodón! Copón  bendito, pensé que era “sólo” el de Brown  Eyed Girl y Gloria, el otro  Morrison, y resulta que la canción que da título al disco ese con unos canes en  portada, es un homenaje al tema estratosférico Mama Said de The Shirelles, entonces ya está, está claro, es él;  una utopía encarnada, un milagro celta, Yeats redivivo y con un micrófono.                    Pero, un momento, un momento, por  favor… Para el carro. Este pibe… ¿cómo va esto? Esa VOZ: qué es, cómo se come,  cómo se habita, cómo la explico, ¿es humana? Este tío es un ancla, un médium,  un druida del pentagrama con cara de vinagre. A su vez parece ser un  perpetrador de portadas infames, ¿es a posta? ¿Un tipo de vanguardia que no  piloto? ¿Hay gente viva haciendo este musicón?                    Mas esto es solo un aperitivo,  hay mucho más, es en el pasado de los 60 y 70 y no es terrenal; ¿este señor es  el mismo que ese hippie rubiales del disco donde pone Astral Weeks con esas figuras geométricas ahí endilgadas? A ver, a  ver. Voy a ponerlo… ¿Esto qué es? Pues es el bajo de Richard Davis, que según  mi percepción vehicula casi todos los temas de un disco literalmente  prodigioso, ultrapoético y fundacional. No es un bajo, es un latido sumergido,  una pompa de sonido que te envuelve al fundirse con la voz de Van, esas cuerdas  folky venidas de lo más profundo del bosque celta, la guitarra acústica como un  arpa ligerísima que se derramara en los arroyos de la flauta de John Payne.   ¿Cuento de hadas jazzy tañendo folk-rock?, no  tengo sustantivos, tan solo adjetivos.                    Y un poco más allá, luego… Sweet Thing… Una música que solo se  explica con el silencio o el blanco del papel vacío, sin palabra alguna:                           …                       …                  .                   Estamos salvados. Coda: más tarde descubriría que  los prodigios sonoros vienen de todas partes, no solo del mundo anglosajón. Fue  un camino difícil y requirió una reestructuración en clave casi neuronal, tan  grande era el condicionamiento y el arrebato producido por las relatadas  vivencias. Pero eso… Es otra historia. The only time is now “Demasiado tarde para parar ahora”
                  Antonio Hernando:
                  Hay viajes que marcan, sobre todo por los artistas y  canciones que pusieron música a ciertos instantes, y con los que  inevitablemente se vuelven a revivir en el recuerdo ciertos olores, paisajes,  carreteras y dialectos. En mi caso, la flecha que finalmente atravesó mi  corazón fue “Moondance”, en 2009, en la ciudad inglesa de Oxford.
 La situación vendría a ser la siguiente: acababa de concluir  mi etapa universitaria, concretamente Filología Inglesa (aquella que empecé en  parte para degustar los versos de Dylan, Cohen o John Lennon) y como suele  pasar, una vez que un ciclo termina, los primeros momentos son de vértigo y  desorientación. En el fondo (a quién quería engañar), había estudiado una  carrera para dejar tranquilos a mis padres por si “la guitarrita y las  canciones” no daban sus frutos. Los cánones vitalicios indican que tras la  universidad viene el ansiado puesto de trabajo, algo que a mí no me interesaba  lo más mínimo. Pero tampoco Jaén era el sitio en donde me veía a corto plazo.  Como por arte de magia, uno de mis tantos ángeles de la guarda, Nacho, con el  que había compartido piso durante medio año en Italia, acudió a mi rescate:  “Hey tío, ven a Oxford. Yo me marcho el mes que viene. Te gustará. Hay música  en todas partes, un ambiente agradable, y para que no tengas ni que perder el tiempo  en ello, te cedo mi habitación del piso -compartido- y te presento a mi grupo  de amigos. No pierdes nada en probar”. Dicho y hecho. Quién se resiste con tan  buenos amigos… En junio de 2009, servidor aterrizaba en Londres, dándose cuenta  de que una cosa es estudiar un idioma, y otra muy diferente entender a los que  hablan dicho lenguaje.  Mis primeros recuerdos son vagos. Un tiempo agradable  (aunque no veraniego), muchos músicos callejeros, y una sensación general  acogedora. El mismo día en que aterricé entré en una tienda de discos. Lo  primero que me llamó la atención, aparte de la cantidad y variedad, fue su bajo  precio: me llevé el “Greatest Hits” de un tal Neil Young por 4 libras. Esa  misma noche escuchaba por primera vez “Down by the river”. No sabía qué me  deparaba esta nueva etapa, pero la banda sonora iba a estar a la altura.  Hasta entonces, y aunque había sido un gran admirador de los  Stones, Hendrix, Janis o los Doors, la música española predominaba en mi época  universitaria. El rock, para ser más concreto: Extremoduro, Le Punk, Calamaro.  Estando en un país anglosajón, mi deber era bucear entre lo autóctono. Así que  empecé a dejarme caer por los famosos Open Mics (sesiones de micro abierto), a  tocar en la calle con mi nuevo mejor amigo Rubén deGracia, y a componer tras  ver los conciertos de blues de los lunes por la noche. Sería precisamente Rubén  el que convencería a su jefe jamaicano para que entrara a fregar los vasos en  la megadiscoteca en la que él trabajaba como barman. Allí conocí el Oxford que  no sale en las películas: el de los estudiantes volviendo comatosos a casa, el  de los currantes que contaban sus anécdotas de la infancia, siempre entre canciones,  cigarrillos compartidos y bromas varias. Aunque escuchar chunda chunda  era una especie de lobotomía cerebral, había una hermosa tradición inglesa que  sería fundamental en el devenir de las siguientes semanas: las propinas. Podía  vivir sin problemas al día solo de las propinas (ojo, con 12 libras diarias yo  vivía estupendamente, nunca fui de lujos). Así que un jueves, dando una vuelta  cerca de casa, acabé en una especie de rastro madrileño, con antigüedades,  postales, instrumentos…y vinilos. Aún contaba con 22 años y en Jaén no se veían  muchos precisamente. De repente tenía en mis manos joyas como “Abbey Road”,  “Highway 61 Revisited” o “Wish You Were Here”. Cuando pregunté por los precios,  al principio pensé que se trataba de una broma o que se estaban quedando  conmigo. “Just 3 pounds”. “1 pound, mate”. ¿Cómo? Efectivamente, aquí empezó mi  compulsiva compra de vinilos y posterior colección. ¿Quién puede resistirse a  tener un vinilo de los Kinks (comentario del vendedor incluido, que los había visto  en vivo, por supuesto), ya no solo por la estética, sino por poseer  semejante joya histórica? No tenía ni siquiera plato, pero ese no iba a ser un  problema. Esa misma semana cogí un bus a Londres (en menos de una hora estabas  en la capital) y me recorrí todas las tiendas. Mi primer vinilo fue “Desire”,  de Dylan, y el siguiente “Blonde on Blonde”. Tenía que ser así (tranquilos, ya  llega el turno de Van).  Y es que como seguro que le ha pasado a muchos dylanitas  como yo, la base es Dylan (el Santo Grial), y gracias a sus tentáculos,  es posible llegar a sorpresas que pueden cambiarte la vida tanto como el propio  bardo de Minnesota. En este caso, cómo no, fue The Band, y su último vals.  ¡Dios, qué fuerza!, ¿pero qué es esto? Dr. John, Muddy Waters, Clapton…  y de repente, un tal Van Morrison. Ya había escuchado “Brown Eyed Girl” en la  radio, y por supuesto “Gloria”, aunque eso sí, en la versión de Patti Smith (tras  un concierto en Zaragoza un año antes, cuando mi amigo David puso en bucle  “Horses” hasta que amanecimos entre vidrios de cerveza vacíos y un “ponlo otra  vez” infinito en la boca). La canción que filmó Scorsese, como sabéis, era  “Caravan”, y venía en un disco llamado “Moondance”, al que ataqué sin piedad.  Curiosamente, a esas alturas (calculo noviembre de 2009) yo ya había empezado a  grabar lo que sería mi primer álbum con músicos de allí (más Rubén a la  guitarra) con varias de las canciones que había escrito en los últimos años.  Qué rabia me dio no haber escuchado “Moondance” antes. El disco hubiera sido bien  diferente. Los vientos, la calidez, los coros, las melodías, la paz, las  canciones… Qué canciones. Ni que decir tiene que unos días después, por 8  libras, en otra escapada a Londres, Van y su vinilo (edición gatefold)  descansaba al lado de mi colchón, y del siempre atento Dylan. “Moondace” haría  que Van Morrison ocupara un lugar importante en mi corazón, del que nunca más  saldría. Luego ya vendría “Astral Weeks”, Them, “Veedon Fleece”, “The Healing  Game”, y cómo no, “It’s too late to stop now”. Vaya directo. Ahora entiendo lo  de “León de Belfast”. No me obliguen a buscar un adjetivo porque ni me sale. Cuando  apareció la versión íntegra (“It’s too late to stop now, vol. II, III y IV”),  solo pude reincidir en el insuperable estado de forma del irlandés, y en lo  poderoso que puede ser un álbum (o canción), y lo infravalorado que está  lamentablemente hoy en día. En este caso, compré también este vinilo en una  tienda de segunda mano, durante mi errática estancia de un par de años bohemios  en el Albaicín granadino. Así, la música de Van Morrison siempre será para mí ese  faro, esa apuesta segura, la paz de espíritu, la manera de ser absorbido y  conmovido a través de unas canciones cuyas dinámicas son capaces de pasar por  todos los estados posibles. Y cómo no, Van entró a convivir con mis grandes  ídolos, desde Tom Waits a Lou Reed, pasando por los Zeppelin o su paisano Rory  Gallagher. En un viaje a Atenas en 2017, Paris, un amigo griego, me dijo de  forma pícara: “voy a llevarte a un lugar a donde no suelen ir los turistas”.  Efectivamente, me llevó al famoso mirador en donde el Cowboy de Belfast interpretó  varias canciones en acústico junto a Bob Dylan. Vaya magia. Seis meses después,  lo vi en directo (al fin) en el Wizink Center de Madrid. Y curiosamente, el  verano posterior, servidor estaría tocando en una boda en Chipre. El novio,  Alberto, uno de mis mejores amigos de La Carolina (Jaén), se casaba con Klelia  (chipriota), que, para cerrar el círculo, se habían conocido viviendo juntos en  Belfast. Van the Man estaría orgulloso de tal anécdota. Desde entonces,  “Cyprus Avenue” me evoca también el Mediterráneo y el rebético, tanto como el color  verde y la flauta whistle. A ver quién impide ahora que el famoso gruñón  de timbre propio de los dioses del Olimpo, no se quede a vivir en esta jaula en  forma de costillas, haciendo scat vocal al ritmo de mi sístole y  diástole.  Y es que ya es demasiado tarde para parar ahora.
 “A Night in Murcia”
                  Antonio Valiente:
                  No recuerdo bien cuál fue  la primera canción que escuché y supe que era de Van Morrison, pero sí sé que  era del álbum "Hymns To The Silence" del ´91. Desde entonces, una  buena tarde de lluvia no lo puede ser si no suena una canción del cascarrabias  de Belfast.
                   Ese disco llegó como  entonces solían llegar las buenas canciones, desde la radio. Y no un único  tema, varias piezas de ese maravilloso álbum doble; "By His Grace",  "Village Idiot", "Carrying A Torch", "It Must Be You",…Ya  no había marcha atrás. Me había llegado quizás un poco tarde, pero ahora  empezaba una larga singladura por una discografía, que año a año, no paraba de  crecer. Un ritmo difícil de aguantar, económicamente, para alguien de 21 años,  que si quería disfrutar del manjar, no podía esperar a un internet que nadie  podía ni imaginar.                    Además, por esas fechas  ya había caído en las redes del coleccionismo de discos, afición de riesgo y ya  en desuso, pero un placer para los sentidos, todos los sentidos. Uno tras otro  fueron cayendo; "Tupelo Honey", "Moondance", "Avalon  Sunset", "A Night In San Francisco",…y "Days Like  This". Y con ese disco llegó la gira que me dio la oportunidad de  disfrutarlo en directo, y no fue la única.  1 de marzo de 1996 en el  Auditorio de Murcia, y allí que me fui con dos amigos desde Alicante, para  asistir, a lo que esperaba fuese un éxtasis musical, como el de El Último Vals  con The Band. Con una banda de nueve músicos, entre los que estaban Georgie  Fame en el Hammond y el contrapunto de Brian Kennedy en las voces, el  repertorio hizo que superara mis expectativas. Los dos bises que tocaron y  hasta el hecho de que hiciera salir al escenario a su mujer, Michelle Rocca,  que aparece en la portada del "Days Like This", en medio del tema  "Have I Told You Lately", habla del ambiente tan fantástico de  aquella noche para Morrison.                   Dos horas inolvidables de  música y músicos, y los autógrafos de Rommie Johnson, guitarrista, y el del  mismo Van Morrison, conseguidos en el hall del hotel, fueron el botín con el  que regresamos a casa. Bueno, eso y una sonrisa en la cara que no se borró en  todo el viaje de vuelta.                   Uno intenta encontrar la  manera de conseguir esa inspiración y genialidad de la que sólo unos pocos  pueden gozar y que el resto de músicos soñamos con tener. Al menos, yo sí que  conseguí a la chica de ojos marrones. “De la bruma cotidiana a la gloriosa mística del universo”
                  Lewis Romero:
                 Pero es Into the  Mystic la primera canción de Van con la que me enganché realmente, hasta  las trancas  y hasta la fecha. Unos años  después, con mi primera banda, la canté muchas veces junto a versiones más o  menos salvajes de Gloria, Brown Eyed Girl o Bright Side of the Road, el temazo que abría Into the Music, su disco del año siguiente, para mí otra obra  maestra. La canción Gloria fue lo primero que escuché de Van  Morrison. El primer single de éxito de Them lo  oí por primera vez en la versión original que estaba incluida, que abría la  edición española del doble Lp recopilatorio Them  - Los comienzos de Van Morrison (Deram, 1975).
 El disco ni siquiera era mío. Lo recuerdo perfectamente: fue  una tarde de sábado en casa de Javi, frente a la Plaza del Estadio. Allí nos  hicimos amigos viendo jugar todos los domingos al Recreativo de Huelva desde el  balcón de su casa.  Yo vivía en el tercer  piso -desde donde sólo veíamos medio campo, el Gol Sur; las mismas gradas de  gol sur donde años después Miguel Ríos cantó como un ángel para nosotros desde el escenario de su/nuestro Rock & Ríos.
 
 Javi vivía en el séptimo piso del bloque contiguo al mío. Además, estábamos en  el mismo colegio, en la misma clase y nos gustaban Bob Dylan y Chuck Berry.  Todos los sábados cumplíamos el mismo ritual:  por la mañana, partido de fútbol con El Rayo Onubense. Javi no jugaba al fútbol,  lo suyo era el futbolín, pero por la tarde, después de comer, bien en su casa  en la mía, sesión de música que se alargaba hasta la hora de salir a  noctambulear con los amigos de la “pandilla”, normalmente a los billares y  bares del centro.
 
 Recuerdo muy bien el plato Dual de Manu, su hermano, con el plinto de madera y  mi comediscos color naranja, con los singles fuera de las fundas, desperdigados  entre los cigarrillos Ducados esparcidos por el suelo de la habitación. Apenas  teníamos trece o catorce años y ya fumábamos como carreteros. En esa habitación  escuché también completo por primera vez el Help! de los Beatles, el 4 Way Street de CSN&Y y muchos álbumes más.
 
 En la gloria y escuchando Gloria por  quinta vez estaríamos esa tarde, imaginándonos entre el público adulto de un  concierto de rock, fumando sin necesidad de escondernos, flipando con las  volutas de humo, los circulares toros de humo flotando en el aire de la  habitación donde los pósters de nuestros ídolos colgaban de las blancas  paredes…, cuando Manu entró de golpe en nuestros sueños de rock and roll star  trayendo unos discos bajo el brazo. Uno era de Patti Smith, su increíble debut, los eternos Horses. El otro era el Moondance.
 “Hey, chicos… ya veo que… esto os gustará, aquí os lo dejo”, algo así dijo.
 
 De modo que la misma tarde y gracias a Javi y a Manu descubrí a Patti Smith y también  tal vez el mejor disco de Van, disco del que caí rendido a la primera. Javi ya  los conocía (benditos hermanos mayores…, yo nunca tuve hermano mayor, pero me  adoptaron varios); de hecho, la cultura musical de mi amigo brotaba de la  fuente de su hermano, unos años mayor que nosotros, creo que estaba en C.O.U. y  nosotros en 1º de B.U.P., una gran diferencia a esas edades.
 
 Estábamos, digo, disfrutando como niños citando a Platón y flipando con el  recitado in crescendo de Patti (sólo al final sonaba el famoso estribillo  “ G-L-O-R-I-A---“) y sus versos míticos del  comienzo de In Excelsis Deo, versos  ya eternos: “Jesus Christ died for somebody’s sins, but not mine…” Sí, Patti, nos  engañaron en el confesionario, nos engañaron porque éramos unos niños.
 
 Fue una tarde de epifanías –todo era nuevo en aquellos días- pero grande fue la  que vino después: MOONDANCE. Lo escribo con mayúsculas porque el shock musical  fue grande. Es que esa cara A es insuperable, te deja noqueado a la primera  escucha. La voz de Morrison sonaba diferente, parecía un cantante distinto al  que acabábamos de escuchar con los Them. Desde la celebración a la naturaleza  de And It Stoned Me, a la ligeramente  jazzy y fabulosa Moondance, ambas  preparaban, y de qué manera, el camino a través del amor eterno de Crazy Love para el grito que es  Caravan,  una caravana de gitanos nómadas que se precipitaba navegando en aguas  turbulentas hacia la Mística…
 
 Aún no se había publicado el triple The  Last Waltz, cuando sucedía todo esto.
 Lo haría poco después y fue salir a la venta y salir corriendo a comprarlo en Musicbox,  una de las dos o tres tiendas específicas de discos que había en Huelva (cada  diez discos comprados podías elegir uno gratis), salvando Radilux, la sección  de discos de Simago (“ayer me pasé por “Simango”, solíamos decir los amigos más  atrevidos con un guiño) o la del céntrico comercial Arcos. En Huelva no había  Corte Inglés pero en aquellos días parecía siempre primavera.
 
 La Mystica de Morrison tiene por tanto y por siempre un lugar especial reservado  en mi corazón; esos versos iniciales “Nacimos antes que el viento / incluso  somos más jóvenes que el sol”, son de otra época, no pertenecen siquiera a este  mundo terrenal y desde la primera escucha conectan al que lo oye con todo lo  que el universo tiene de insondable y de infinito, cuando navegas mentalmente siendo  uno con el Cosmos, cuando ya es demasiado tarde para parar.
 
 En el breve ángulo oscuro que mi alma tiene de nómada, en algún rincón  misterioso del polvo de estrellas que me da forma, llevo adentro las canciones y  la voz de Van Morrison, y las llevaré, y las cantaré, hasta el día en que el  marino que navegue hacia Lo Profundo, hacia Lo Desconocido que yace en esa  mística universal, inevitable e imparable, sea yo.
 
 Infinito viaje
                  Ñeves:
                  Me gusta la música desde que tengo uso de razón, y tengo una  estupenda familia de esas con sobremesas de guitarras y cánticos; también es  verdad que los asturianos, en general, en cuanto tomamos unos vinos o unas  sidras nos ponemos a ello. De niña, mi primer descubrimiento musical, fue un  maletín-tocadiscos años 60 de mis padres que aún conservamos, junto con aquella  especie de álbum de fotos gigante y marrón que contenía discos: Los Brincos,  Juan y Junior, Los Bravos... En la adolescencia, el año que los reyes me  dejaron mi propio equipo de música (había uno familiar que acaparaban mis  hermanos) y el disco rojo de The Beatles, fue una bendición. ¡Vi la luz! Mis  amigos escuchaban básicamente la música que sonaba esos años, los 80; yo  también, pero había más, mi paraíso estaba en casa de mi tío Abel. Mi tío, gran  melómano, tenía todas las músicas: rock, folk, country, soul, jazz y mucho  blues; todas esas músicas que también se encuentran en los discos del mejor  cantante irlandés. Allí me pasaba tardes enteras empapándome de todos esos  sonidos que entrarían profundamente en mi corazón y almacenaría como un tesoro;  esos sonidos que Van fusionó a través de la misteriosa alquimia de su arte de  forma bella y extraordinaria. En ese paraíso le escuché rugir por primera vez.  Pero por entonces, acababa de descubrir una pasión llamada Bob Dylan, compraba  discos de Dylan, leía sobre Dylan, traducía las canciones de Dylan... Van  tendría que esperar hasta que Bob me condujera a The Band y The Band a The Last  Waltz. Con la magistral interpretación que Van hizo de "Caravan" en  la mejor película musical del universo, empezó la pasión por The Man, por esa  voz que expresa lo inexpresable, esa voz que envía escalofríos a través del  alma. ¡Tenía que profundizar en su música!, y comencé mi viaje a Caledonia. Me  hice con el misterio más dulce de Morrison, ese disco que, una vez escuchado,  se reproduce en tu imaginación y tus sueños el resto de tu vida. Astral Weeks  me fulminó. Ese grito final 'sugar baby' en "Sweet Thing", las  sacudidas vocales en "Ballerina", esa flecha directa al corazón que  es la tierna y desoladora "Beside You"... En fin, cada nota, cada  canción, el disco entero rezumaba magia. Y fueron llegando  "Moondance", "Saint Dominic's Preview", "Tupelo  Honey"... y con los años llegaron más discos, conciertos, lecturas, un  viaje a su Belfast natal... y siguen pasando los años y sigo inmersa en el  hermosísimo e infinito viaje a Caledonia.
 
                  
                    |  |  "Y si me aventurara en el torbellino..."                
                  Julia Fernández:
                  Van Morrison entró en mi vida por el  expeditivo método de la patada en la puerta. Esto no es broma, se puede  considerar algo casi literal; si retrocedemos a su legendaria interpretación  del "Caravan" para el Vals, esa patada mítica (cualquiera de ellas ) ,ese  patadón, fue el que abrió mi puerta de par en par sin avisar, dando acceso a la  fiera en mi interior. Claro que yo ya conocía al de Belfast de antes. Por  entonces ya lo había descubierto, y formaba parte del batallón de músicos que  se iban incorporando a mi vida, artistas cuya música, vivencias y filosofía,  serían, junto a los amigos, tan importantes en mi formación y evolución  personal, como la enseñanza académica o la familia.
 V. M. formaba ya parte de la buena  música que en aquellos tiempos iba a escuchar a los pubs de los bajos de  Aurrerá en Arguelles, o en esos dos templos musicales madrileños de los 70 y  primeros 80, esos dos oasis donde se pinchaba lo mejor del Rock , Blues, Pop y  Soul foráneo o patrio: la mítica M.M De Diego de León , y ALEX en Veneras, Pza  Santo Domingo . Templos donde Van Morrison era un fijo que arrasaba como  protagonista absoluto en su versión de llenapistas a los compases de "Gloria "  junto a Them ; ese tema que era un poco como la llamada de la tribu; hicieras  lo que estuvieras haciendo en ese momento, ya fuera los primeros y estimulantes  coqueteos con el paraíso artificial de turno....o  que estuvieras a punto de culminar con éxito  ese ligue tan perseguido como deseado......ya fuera pecado o penitencia, había  que dejarlo todo, y acudir al círculo donde el León rugía y se oficiaba el  ritual, y una vez allí no quedaba otra que arder, bailar , estremecerse y girar  , transmutarse en esa muchacha que llega a tu casa, llama a tu puerta , sube a  tu habitación.... y te hace sentir tan bien.... deletreando G-L-O-R-I-A , como  si fuera el nombre propio , el mío, yo , una chiquilla de apenas 16 ,con todo  por descubrir, pero que ya entonces tenía enormemente claro, qué tipo de música  iba a acompañar mis pasos por este mundo.  Lo había escuchado y bailado , sí,  pero hasta que no lo vi oficiar el milagro en directo, hasta que no lo vi en  aquella actuación prodigiosa ( el adiós más bonito del mundo), en El Último  Vals, no fui consciente de la verdadera propuesta de Van , . Aquel allanamiento de morada, supuso mi deslumbramiento por un músico mercurial  , un artista iluminado y torrencial, un ascua que hacía arder la canción reduciéndola  a cenizas una y mil veces, nunca igual , siempre de forma diferente . El eterno  buscador de ese estado de gracia, esa magia volátil, que a través de su  aportación como intérprete, o mejor aún , como médium, diera a la canción carta  de naturaleza sagrada, de momento irrepetible, de catarsis única, de hilo de  unión con lo divino; de Epifanía .
 El sabio precoz que puso en negro  sobre blanco, que la música puede trascender su faceta de arte ,  entretenimiento y negocio, y elevarse al rango de oración, de plegaria . Aquellas  posteriores escuchas en la soledad de mi cuarto, de la deslumbrante trilogía, Astral-Moondance-Tupelo,  y también el Saint Dominic's, no sólo suponían una descarga de gozoso placer  para mis sentidos, sino que se me revelaron  como el vehículo perfecto que me permitía una inmersión profundamente  espiritual en búsqueda de mi esencia , de mi alma. Y es este punto, fundamentalmente, lo que significa para mí la música del León:  la promesa del viaje, la búsqueda, el vínculo más puro con mi interior; un  camino allanado e iluminado a mi Caledonia. Los trazos de mi canción, esa que  voy elaborando poco a poco en mi andadura, esa que va delimitando mi territorio  , y que está aún en la tarea de definirme , están protagonizados de manera  absoluta y recurrente por sus melodías y estrofas, por sus modulaciones y  quiebros de voz , a modo de centinelas místicos como puntos incandescentes, por  sus canciones que brillan dando luz a mi línea de viaje .
 Por todo esto, por ser un loco divino que no aceptó otra cosa en su arte que no  fuera arder en carne y espíritu en cada una de sus interpretaciones, no tengo  más que agradecimiento hacia este enorme músico ; me importa muy poco su faceta  de Tío Vinagre , y eso que la sufrí dolorosamente en su concierto del Rockódromo  junto a los Chieftains , pero poco peaje me parece a pagar, para alguien que en  su incesante y terca búsqueda de trascender el arte hasta convertirlo en  mística, me ha regalado tanto . De su discografía , todo lo que va de Blowin  your Mind , hasta Into the Music, es oro puro para mí. Solamente este bagaje bastaría  a cualquier otro músico, para justificar su carrera y elevarlo a los altares,  pero es que en todo lo que vino después, continuó dándonos , a veces con  cuentagotas, eso sí, buenos trabajos que a nada que los agitaras con un poquito  de cariño, siempre dejaban caer alguna que otra perla salvaje.
 Para terminar, y cuando me aventuro en  el torbellino..... que lo hago, siempre lo hago, tengo ya un par de lecciones  aprendidas. Una, que Caledonia no es fin de trayecto , que a Caledonia no se  llega sólo una vez y para quedarse; que no bien llegas, y ya te estás marchando  otra vez; que el viaje de búsqueda es así , infinito, recurrente como un bucle,  que llegadas y partidas se suceden y llegan a parecernos a veces la misma cosa  ; que encontrar y perder, forma parte del círculo sin fin y que quizá en este  hecho resida la naturaleza y razón de ser de lo que llamamos esperanza.  Y dos, que una vez que has conocido  el fuego, el deseo de arder nunca se apaga, que es droga dura, necesidad vital,  y que para ese trip hay músicos que, como Van El Hombre, son insustituibles para  mí, porque en ese estado de desnudez y vulnerabilidad, donde toda carne y  escudo material desaparece , al final sólo estás tú en lo intangible....tan sola,  tan expuesta , que lo único que pides al mundo, es que sea bueno contigo , que  no te dañe, que te trate bien, y para esto, mi truco, mi receta, es asegurarte  de que, en ese instante, el que cante, no sea otro que George Ivan Morrison . Y entonces sí, al comenzar a  escucharle, te dices:  C'mon  Julia, turn up the radio...... y  que ruja el Leòn.....  Conocí a Van the Man
                ... Juan Vicedo:
                  Conocí a Van the Man, y así con ese nombre, cuando Robbie Robertson lo pronunció al despedirle en "The last waltz". Hasta ese momento no sabía yo quién era ese tipo que cantaba con los ojos casi cerrados, vestido con un traje de color incalificable y que pegaba patadas al aire mientras cantaba un tema absolutamente salvaje (supe que era "Caravan" cuando en el cine empezaron a correr los créditos). Conocerlo de nombre lo conocía, pero ninguno de mis amigos tenía ningún disco suyo, y ya era raro, porque entre todos creíamos tener de casi todo. O sea, que no lo había escuchado nunca en serio: "Gloria" sonando en algún bar, eso sí, seguro. Para mí era alguien indefinido, alguien pendiente de descubrir, con ese nombre extraño, "Van" Morrison (los únicos "Van" que conocía eran holandeses y jugaban al fútbol o su obra se exponía en museos). El impacto de esa visión en el cine no es cosa de describirlo, será –me imagino- equivalente a lo que sucedió a cualquiera que lo viera en ese momento desmelenado. Hay que decir también que en aquellos tiempos -1978- no existía youtube ni facebook ni los dvd ni las cintas vhs, y  en la tele ponían poca música en imágenes, así que ver a todas aquellas fieras del Vals interpretando en concierto era un regalo de los dioses, ya que a algunos no los habíamos visto nunca más que en las fotos de los discos o de las revistas especializadas. Van the Man entró en mi vida ese día, en audio y video, y ahora podría decir que ya para siempre, sobre todo cuando un amigo de mi hermano me dejó el "It's too late to stop now", pero no: yo estaba a lo que estaba, que no sé qué era, y no empecé a hacerle caso hasta unos años después, cuando en mitad del aburrimiento y el desperdicio de los 80, una tarde de viernes en Discos UFO, nuestro templo alicantino, me llamó la atención  el recién publicado "Poetic Champions Compose". Sí, ya sé, que precisamente ése es un disco "menor", pero así son las cosas. .
 
                  
                    |  |   ...una de las epifanías  más inmensas que llevan adelante mi pasión por la música.                               
                 Joserra :
                  Casi con toda seguridad, la primera vez que escuché a Van  Morrison fue en un cine de arte y ensayo de Bilbao, cuando estrenaron The Last  Waltz. Yo era un niño, 15 años, pero ya conocía unos cuantos discos de Bob  Dylan y el Harvest de Neil Young. Esa fue la razón de que fuera muy emocionado  con mi amigo Javi el estreno de la mítica película de Scorsese de la para  nosotros, banda del de Minnesota. Todo en la película me deslumbró y así  comenzó mi aprendizaje y formación, interesándome por todo bicho viviente que  aparecía en esa gloria de concierto filmado.
 El impacto de su Caravan fue tan tremendo que creo me fui  directo a la primera tienda de discos a comprar algo de Van. Lo que estaba como  novedad entonces, en un plástico duro reluciente, era el  Into The Music. Me lo llevé para casa, creo  que con el Hejira de Joni Mitchell, aunque me extraña mucho, con mi paga no  tenía para dos discos por lo que habría un lapso de por lo menos dos o tres meses  entre la adquisición de uno y de otro pero los relaciono y me gusta juntarlos.  La memoria es tan romántica que mezcla todo  lo gozoso. Fue poner Bright Side Of The Road y alucinar en colores con  su alegría rythm and blues y de ahí hacía adelante hasta llegar al meollo de su  Celtic Soul supremo, la sublime  And The Healing Has Begun. Había en ese  disco de los ojos cerrados y tono azulado para un adolescente, un compendio de  todo lo que el Cowboy de Belfast sabe hacer como nadie. Hoy, me sigue  pareciendo un disco sobresaliente y entre sus mejores. De ahí fui hacia adelante,  Common One-favoritísimo- y hacía atrás, primero a Astral Weeks, Moondance y luego  a los dos de Them. Y ya fue el acabóse cuando compre el doble vinilo en directo  de It´s Too Late To Stop Now, responsable de que adore a Ray Charles,  a Bobby Bland y a Sam Cooke. Estos artistas gigantes cuando te dan la mano te llevan a un  paseo que dura toda la vida. De mis citas con él en directo tengo en mi corazón marcada una  y no fue la primera - en Bilbao, en los ochenta, en el Pabellón de los Deportes  con un sonido infame y un Van iracundo y nada brillante-  sino la segunda: en la fiestas de San Mateo de  Oviedo, primeros noventa.  Aquello fue para  contar a los nietos porque en la banda estaban Georgie Fame y Pee Wee Ellis  y  en el cartel los Chieftains que se marcaron  un par de temas junto a él de esa gema llamada Irish Heartbeat. Ida  Bilbao-Oviedo y vuelta la misma noche, una  locura de amor que hicimos recién casados mi darlin´ companion y yo como símbolo  de nuestra libertad e independencia. Recuerdo también vender algún disco de mis hermanos sin que  ellos se enteraran en la Plaza Nueva y alguno mío del ya insufrible rock  sinfónico tipo Yes y Genesis para comprar sus discos. Nunca me he arrepentido  de aquella acción. Yo tenía que hacerme con todos los discos y completar las  claves del Viaje a Caledonia que todavía continua, como una de las epifanías  más inmensas que llevan adelante mi pasión por la música.                      And the healing has begun?                               
                         Lynn Corken :
                          I have been a fan of Van  Morrison's music since I first heard it in Belfast in 1976.  I saw him live for the  first time when I was a student in England  - Manchester  1979.  That concert was special because it was the first one, but I am  going to tell you the story of another very special Van concert 36 years later. 
 My beloved mother died in May 2014.  She was a wonderful mother to 4  children and 5 grandchildren. My darling Dad died in 2005.  We all loved  them both very much. Our family went to Tenerife  the first Christmas after Mum died as none of us could bear the thought of the  traditional Christmas without her, the centre of gravity of our family. We had  a nice time and were back home for New Year. We spent New Year's Eve 2014  together as a family and it was ok, a few drinks to welcome 2015. New Year's  Day 2015 was another story though. I could not stop crying at the thought that  a new year had begun and Mum would never be part of it, would never know what  any of us might do or achieve in this new year, and that whatever it was, it  would be without her warm, loving presence.
 Three days later, thanks to John Gilligan of New York,  I got a ticket for Van Morrison's show at the Lyric theatre in Belfast. It would be an interview about his  new book of lyrics and poetry called "Lit Up Inside" followed by a  concert. I was really excited about this unique event. We all met up in the pub  beforehand and I was so pleased to see some Van friends from years ago, and to  make friends with new ones too. It all felt right on a cold January evening in Belfast - good friends,  good wine and the warmth of the Van community.  I sat beside Stuart  Bailie, director of the Oh Yeah Music Centre in Belfast, a lovely man. Van was in great form  and did his interview, the great Irish poet Michael Longley read his lyrics and  then Van sang several songs. At the end of his last song he walked off the  stage saying "you've got to pull yourself together, you've got to stop  breaking down" and he repeated these lines several times. It was as if he  were speaking to me personally and directly. I honestly felt some of the  sadness about Mum's death leave me, not all of it of course, but I left the  show feeling energised and in love with Van's music once again and feeling  positive about life. As Van sings often: "no plan B", "this is  it", "there is only now" etc. That night I decided to leave my  full time job and go self-employed as a tour guide, which is what I loved doing  and still do.  When I told my family of how the concert had affected me,  how it made me feel a bit better, and how I had made up my mind to leave my job  and take my chances as a tour guide, my sister said "And the healing has  begun?"  She was so right. It felt like the healing had begun.   That night with Van had helped me make my decision. Mum is gone, do what you  love doing, take a chance and go for it.
 One year later I am sitting  in Los Angeles  having been for training and an interview with a big American tour company  called Rick Steves Europe. I will be working for them this year as a tour guide  in Ireland and Europe, welcoming American visitors to my country and  others. The timing of this trip was just perfect - one week training in  Washington state, followed by 2 Van shows in Oakland California on 18 and 19  January, one week in San Francisco,  fantastic journey down Big Sur to Los  Angeles, and here I am in the house of an amazing American woman I met through  Van's Cyprus Avenue show in Belfast in August 2015. She is called Rona Elliot and  she is a major American music journalist. She knows them all - Van, Mick  Jagger, Keith Richard, she was one of the small group who organised Woodstock, she saw the  Beatles, she saw everything. She told me my life was going to change and it  has.
 Thank you Van and everyone I have ever met through Planet Van - in Belfast,  London, Madrid, Barcelona, Bilbao, Paris, San Francisco, Los Angeles and many  more cities in the future, I hope.  Ours is a wonderful community of  people united by our love of one man's music. It is now after midnight and I am  in Los Angeles, California and it is my birthday too. I plan  to visit Laurel Canyon, the home of so many legendary  musicians from the sixties and seventies.  I feel blessed.
 
                          
                            |  |  … Ya no podía parar el tren                               
                               Josep Gallel  1974: Mi escaso peculio sólo me  permitía comprar un LP alguna vez que otra, pues las 300 Pesetas que, cada uno,  costaba, me impedía hacerlo más allá de uno al mes; aún así, conseguí comprar  mi décimo cuarto LP en aquella tienda de discos y electrodomésticos de Russafa  donde podíamos oír en cabinas su extensa discoteca, lo que nos permitía grabar  con la cassette "Philips", oculta en  una bolsa de deporte de los Juegos Olímpicos de "México 68", los discos "del  momento". Bowie y Twiggy enmarcaban la portada de los "PIN-UPS" de la  adolescencia de David JONES. Tras una entrada súper-acelerada con "ROSALYN", un  tema de "algo" denominado PRETTY THINGS (¡sin duda que era raro Bowie! ¿qué  quería decir? Me preguntaba entonces), venía "HERE COMES THE NIGHT". Por  entonces, mis padres me pagaban con sus escasas posibilidades económicas, unos  cursos en una Academia privada de Inglés, lo que me permitió entender algo de  lo que explicaba su letra, alguien atormentado por haber visto a su novia  pasear con otro muchacho, lo que venía a ser tan dramático, como la llegada de  la noche. Me impactó, tanto la música, como la letra, por lo que acudí a leer,  más que leer, a descifrar y luego, a entender, la letra manuscrita que Bowie,  mi ídolo, había utilizado para relacionar los grupos y cantantes a los que  versioneaba. Mis ojos leían algo como "THEM", pero este nombre, ni entonces,  para un aprendiz del idioma de los discos de Blues (BRIAN AUGER & THE  TRINITY…) y Soul (Otis REDDING…) que mi primo mayor ponía en los guateques, en  los que nos colábamos invisiblemente, ni ahora, he conseguido descifrar:  ¿Ellos? ¿Para ellos? ¿De ellos? ¡Qué raros son estos Ingleses! Junto a la  palabra THEM, había unos signos cabalísticos como "1 (2)". Esto, ya me sobrepasaba. "No entendía nada. Tiempo más  tarde, entendí que THEM era el grupo que interpretaba "HERE…" y que ésta era la  canción número 2 de la cara "1". Si raros eran los Ingleses ("Mad dogs & Englishmen" -no tuve  dinero para comprármelo cuando se publicó-), más raro era mi ídolo, que lo era  y fue en vida. Descubrí un tema repetido en la radio que deletreaba el nombre  de "Gloria" y que, marchando o  volviendo al o del Colegio infantil, tarareaba mi mente incesantemente, sin  saber, realmente qué decía aquel tipo al que se le acercaba una chica que, al  parecer, se llamaba como la Gloria (in  excelsis Deo). Por no poder, no sé cómo pude ir a ver, allá por los albores  de la Democracia, "The last waltz" en  el, hace años desaparecido, cine "SERRANO". En un cielo repleto de estrellas,  Bob, Neil al cuadrado, The Band, Johnnie, Ronnie, Mac, Muddy y Eric, con todos los dioses del Olympo musical, salía el escocés de  nombre raro, dando patadas al aire y cantando "Caravan" con la cabeza, casi tocando la tarima del escenario. No sé dónde oía por entonces la  música en este país de blanco y negro. ¿En la tienda de discos y  electrodomésticos? ¿En los guateques de mi primo mayor? ¿En los "40  principales" -¡auténtico!-? Lo bien cierto, es que leía publicaciones como  "Disco Express", "Popular 1" y otras más que, por entonces podías encontrar en  los kioscos. En alguna de ellas, pude averiguar que THEM era un grupo de  irlandeses, un tanto broncos, liderados por un pelirrojo llamado Van (¡Qué  raros son, también, los irlandeses! ¡Llamarse "Van"!). Por entonces, siguiendo  la moda de John, Paul, George y Ringo, la Prensa española estilaba de no poner  los apellidos de los músicos, cantantes y demás farándula. Sencillamente, Van.
 Quede claro que THEM se convirtió  de repente, mi referencia grupal a THE BEATLES post mortem. Llegó a mis manos, no sé cómo, un disco del tal Van  que, por entonces se publicaba, titulado "VEEDON FLEECE". Definitivo: mi Inglés  macarrónico ya no me servía de nada. ¡Cómo hablan estos ingleses! Estos  "palabros" no están ni en el diccionario COLLINS. A día de hoy, sigo sin tener  claro qué significa. ¡Qué dolor de cabeza me producía saber Inglés y no saber  qué decía el irlandés ése, sentado plácidamente en un prado junto a un gran  perro (no sé nada de perros, tampoco). No pude comprar este disco, mi escaso  peculio no me lo permitía, así que, cogí mi bolsa de deporte "México 68" y, en  marcha peregrina hacia la tienda de discos y electrodomésticos varios.
 Retrocedí en su discografía,  buscando antecedentes. Me paré en la primera estación y encontré algo  denominado "HARD NOSE THE HIGHWAY".  Otro título-jeroglífico que, a día de hoy, también, sigo sin poder descifrar.  Otra estación más atrás, me llevó a descubrir "ST. DOMINC'S PREVIEW" ¿La profecía de santo Domingo? ¿Qué narices  significaba todo esto? Llegué ¡por fin! A un enlace de vías férreas,  encontrando "MOONDANCE", disco que me  permitió empatizar con aquel tipo irlandés por el Pop que rezumaba y que, alguna vez que otra, había oído en "Radio  Mediterráneo (SER)", FM, "Los 40 principales". Es un maravilloso día para  bailar a la luz de la luna… sube la voz de tu radio y déjame oír la canción,  enciende la luz y así podremos llegar a saber lo que realmente está mal. Esto  ya me gustaba, ya lo entendía, iba con mi adolescencia, pues nacimos antes que  el viento, tan jóvenes como el sol, toda la vida por delante, muy tarde para  parar ahora. ¡Me lanzó el irlandés desde dentro de lo místico hacia el futuro!  El recorrido férreo me llevó hasta la estación término, "ASTRAL WEEKS". Cambié el recorrido terrenal por el astral y, más  que semanas, produjo un salto en el vacío, cual paréntesis temporal, que me  impedía avanzar más allá en mi sentir musical del irlandés. Siempre me pasa  igual, cuando llego a la obra maestra de un Maestro, mi placer inmovilista me  impide seguir escuchando sus novedades. ¡Error número 10.584! Confortablemente  entumecido por los golpes que estos discos, grabados a golpe de cassette-recorder, me producían, me  quedé estancado en este tren marcha atrás en el tiempo, durante muchos, muchos  años. Esto no era acorde con "Into the  mystic", ni con "Caravan", ni con  nada de lo que el irlandés dictaba.
 El tren siguió por otros caminos,  pasando por el túnel de los odiosos y, a la vez, queridos 80. Estuve, demasiado  tiempo en el "exilio" musical, quizás, como todos estuvimos. Harto ya de estar  harto, me cansé y retomé clases avanzadas de Inglés en 1993. ¡Qué curioso! El  irlandés editaba un disco ¡en directo! En el que tocaba la canción de aquella  gloriosa chica que se le acercaba, con, nada más y nada menos, que John Lee  HOOKER. Corrí raudo a comprarlo, pues mi peculio ya me permitía comprar más de  un LP al mes y, éste era ¡doble! ¡en directo!
 Way back! Way back! Take me back!
 Subí, de nuevo al tren que  caminaba marcha atrás y remonté con él el río por el que había estado caminando  plácidamente. Las estaciones se sucedían una tras otra, desde atrás pero, esta  vez, hacia delante, sin parar. "A PERIOD  OF TRANSITION" fue la primera. Yo también pasaba un período transitorio por  entonces y mi mente fluía con la que, en 1977, tenía el irlandés. "WAVELENGTH",  "INTO THE MUSIC", fuerza y ritmo. "COMMON ONE", bucólico. "BEAUTIFUL VISION" e "INARTICULATE SPEECH OF THE HEART",  líricos, místicos, amorosos. "A  SENSE OF WONDER", "NO GURU, NO METHOD, NO TEACHER", "POETIC CHAMPIONS COMPOSE",  grandes maravillas de sensibilidad, musicalidad, amor y deseo, ruptura y  libertad. Todavía fluyen ríos de mis ojos cuando escucho las primeras notas del  piano de "Spanish steps" que, cual  cascada, se derraman con "Someone like  you", mi esposa, mis hijos. Regreso al pueblo, a mi Caledonia natal, como  habíamos regresado en 1991, regresamos con el "IRISH HEARTBEAT", del que un amigo se mofaba por su colaboración  con los "caudillos", quizás lo mejor del disco. Habían sido años duros en el  "exilio", mi familia me ayudó muchísimo, el irlandés, también. Aún recuerdo a  Peter GABRIEL abrazado por Kate BUSH, susurrándole "Don't give up!"; todos ellos en mi cerebro diciéndome que no  desfalleciese. Van, Peter y Kate escribían canciones para mí que mi amada  esposa me susurraba abrazada fuertemente a mí.
 Ahora sí que ya no podía parar el  tren, hacia adelante. "AVALON SUNSET" ("Have I told you lately" ¿Te dije muy  tarde que te quería? ¿Te dije últimamente que te quería? Todavía bailamos  juntos cuando la oímos) "ENLIGHTENMENT" ("In the days before Rock'n'Roll" nos  hace repetir, intentando imitar la voz desgarradora del irlandés -sin  conseguirlo ¡claro!-, cual mantra, sus versos y los nombres de los primeros  dioses del R&R) cual mantra me llevaban a los maravillosos "HYMNS TO THE SILENCE". Cada tema, era  como un episodio coetáneo de mi vida, "Professional  jealousy", "Some peace of mind", "I  can't stop loving you", "Take me back", "Hymns to the silence", "I need your  kind of loving"… en todos me sentía protagonista de unos mundos reales.  Desde entonces, a hoy, no me he, no nos hemos, apeado del tren que marcha hacia  adelante y, cual fan(ático)  adolescente, hemos ido a la tienda de discos a comprar el nuevo disco de Van,  el primer día en que salía, enganchados a esta droga pelirroja.
 El gaitero a las puertas del  amanecer me remontaba, paradójicamente, a esas ininteligibles palabras  manuscritas por Bowie "Syd's Pink Floyd  4(1)", pudiendo averiguar que se trataba de un cuento infantil de Kenneth  GRAHAME, que leían a los hijos de la II Guerra Mundial. Estando en la isla Skye  (Escocia) tuvimos ocasión de presenciar in  situ y fotografiar al "Piper at the  gats of dawn" en plena orilla de la playa. Fue mágico, como mágica su  armonía.
 Su entronque con el Jazz, su paso  por el Skiffle, el Soul, el Blues, el Rock, incluso el Country, supone la  confluencia de ese desgarrador sonido que sale desde sus entrañas,  configurando, armónicamente, tu viaje místico "Into the Music".
 El rasgueo de guitarra, los  violines. Si no puedo verte durante la semana, o a través de la ventana, o  hablar por teléfono, o en el Verano Indio, quiero verte por la carretera ¿no  vas a volver? He de verte. ¿Nos veremos en el Año Nuevo celta? "Take  me back to that Magic time" "Magic time" "It's too late to stop now".
 
                          
                            |  |  No podía vivir sin su música                               
                               Marta Ortiz:  La primera vez que escuché a Van Morrison fue sin  darme cuenta cuando tendría 4-5 años. A mi madre le encanta la música y siempre  había música en casa. Yo siempre estaba revoloteando bailando a su alrededor  mientras ella hacia las tareas de la casa. Las canciones que recuerdo de él son  las más comerciales del momento: " Brown eyed girl " y " Gloria  ". Gloria me encantaba porque tenía mucha fuerza y ritmo. Pero yo me  empapaba de toda la música que ponía mi madre y me hice adicta a la música...  extranjera! Cuando fui creciendo me di cuenta que era una rara avis entre mis  amigas... y ésto se acrecentó con la adolescencia, nadie conocía ni había  escuchado la música que a mi me gustaba. Nunca fuí a las discotecas de jovencita  porque no soportaba la música comercial discotequera de los 90, de hecho fuí  una vez por "obligación" y no repetí la experiencia hasta que tuve  unos 23 años y empecé a ir a locales de rock de los 70. Mi hermano (mayor que  yo) era bastante hippie, pelo largo, tenía una volkswagen caravelle , un  escarabajo... y se juntaba con gente de la misma clase... y su música me  encantaba, Led Zeppelin, Neil Young, Bob Dylan, Leonard Cohen, The Doors.....y  a mi James Brown y Elvis Presley con 14 años ya me volvían loca!!! Pero tardé  unos años en descubrir al verdadero Van Morrison. Fue a los 23 años, una tarde  lluviosa de otoño, en una masía aislada en la montaña de un amigo, estábamos  unas 6 personas en un "zulo" pequeñito sin ventanas.... era una  habitación dedicada exclusivamente a la Música. Estaba abarrotada de discos y  cd's allá dónde mirara!! yo estaba alucinada! Estuve mirando todo con los ojos  cómo platos y...... no sé si era mi destino.... pero entre tantos elegí el  Álbum " Moondance" de Van MORRISON , de inmediato me enamoré de la  portada y de ésa cara que transmitía tristeza... fue un flechazo! y todavía no  lo había escuchado..... Pusieron primero la canción "Moondance" y fue  directa a mi corazón y a mi alma!!! Supe en ése instante que Van Morrison era  especial y me enamoré definitivamente de él, era lo que siempre había buscado,  sentí una conexión brutal y supe que duraría para siempre...... éso sin haber  escuchado toda su música!!!!!!! Bailé, bailé y bailé Moondance toda la tarde!!!  Al día siguiente en el trabajo anhelaba la hora de salir para comprar el álbum  en el Fnac y escucharlo hasta la saciedad. A partir de ahí se convirtió en una  obsesión, una enfermedad, una droga!!! Trabajaba en una clínica y conocí a un  médico que por casualidad se llamaba Miguel López, era un melómano de pies a  cabeza y él me trajo más álbumes de Van Morrison, a parte que fue mi instructor  en jazz, bossa nova y todo tipo de música, cosa que nunca se lo podré agradecer  lo suficiente. A partir de ahí fue una locura, compré todos sus álbumes habidos  y por haber, no podía vivir sin su música. Van Morrison se convirtió en mi  refugio personal. Alcanzaba el éxtasis musical con muchas de sus canciones, es  indescriptible lo que me transmitía su música, muchas canciones me dejaban en  estado de shock! NUNCA, NUNCA, NUNCA había experimentado tales sensaciones!!!  Reconfortaban y curaban mi alma. No podía creer que a nadie más le pasara lo  mismo que a mí. Empecé a frecuentar un pub irlandés (Molly's Fair City) y  conocí allí a mi futuro marido, Josep (2003).... y ya sé que es muy fuerte pero  debo decir la verdad: Me enamoré de él porque me recordó a Van Morrison.... Fue  un flechazo!!!! Enseguida le introduje en el mundo particular de Van. Josep  también cayó fulminado y vivimos en un mundo llamado Avalon, era mágico! El  mismo día que nos conocimos supimos que estábamos hechos el uno para el otro y  sin hablar apenas nos comprometimos a viajar a Galicia ése mismo verano.  Casualidad que Van Morrison tocaba en Santiago de Compostela..... y la decepción  del No-Concierto fue brutal!!!! En septiembre del 2006 nos casamos en una  ceremonia íntima en una pequeña iglesia que está siempre cerrada del pueblo de  Josep (Glorieta-Tarragona) y tanto al entrar como al salir de la iglesia  pusimos canciones de Van Morrison....... En fin!!! que mi vida ha girado en  torno a éste maravilloso músico. Y la guinda del pastel ha sido sin duda  conocer y formar parte del grupo Van Hispano-Van Morrison y también personas de  otros grupos vanáticos de fuera de España. Y por supuesto conocer a Miguel e  Isabel López, creadores del mejor libro sobre Van Morrison!! Por ellos escribo  éstas palabras, en agradecimiento a su labor!!
 
                              
                                |  |  Raquel Bello Morales  
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                          Voy a contar lo que hizo uno que yo conozco. Se trata de un tipo con una personalidad algo dual: mitad sofisticación, mitad rudeza. La rudeza es lo que le viene de fábrica (es lo que tiene criarse en el páramo de un pueblecito de la Castilla y León profunda). Por el contrario, la sofisticación fue adquirida, en gran parte de sus amigos, aunque también de sus lecturas. Uno de esos amigos, quizá su más querido amigo, le hizo escuchar por primera vez a cierto cantante irlandés, del que nunca hasta ese momento se había percatado. Cuando acabó de escucharlo se fue corriendo –literalmente– a una tienda de música, y le dijo al dependiente: “Déme todo lo que tenga de Van Morrison”. Os cuento esto para que os hagáis una idea de la devoción que en mi casa (es que el tipo del que os hablaba es con el que vivo) había por el mencionado cantante. Es decir, Van Morrison a todas horas. No es que yo le cogiese manía, aunque sí llegué a tener un cierto hartazgo, un hartazgo parecido al que se tendría si a uno le cogiesen la boca, se la abriesen, le metiesen un embudo y le hiciesen tragar tres o cuatro pucheros de potaje al día… Hasta que se le pasó un poquito la fiebre. Entonces, libre ya de la cuasi-tiránica imposición musical, más relajada, me picó un día el gusanillo. Creo que fue Crazy love. Por ahí empezó (yo, por supuesto, lo escuchaba a solas o con los cascos, no me daba la gana reconocer que me había conseguido llevar a su bando…). El caso es que la batalla definitiva fue una noche de verano, cálida pero agradable, una de esas noches en las que el aire huele bien, y en las que la mente está ávida de sensaciones. Ese día fui vencida completamente por Wasted years. En fin… qué más os voy a contar, he rayado Tupelo honey de tanto oírla (siempre en privado, yo soy muy orgullosa…). Yo creo que los cerebros necesitan una ración diaria de belleza para estar bien alimentados, y Van Morrison suele formar parte de mi menú.
 Raquel Bello Morales 
                         José Raúl García:  Continuamente estamos viajando en la vida. Viajamos por estudios, por negocios, por placer... Y a veces viajamos sin movernos y sin darnos cuenta de que estamos viajando. Viajamos hacia el futuro, hacia nuestros objetivos vitales, hacia nuestros sueños... En ocasiones solo somos conscientes de haber viajado una vez que hemos llegado a nuestro destino.
  Siempre me ha gustado la música, prácticamente de todos los estilos, épocas y latitudes. No concibo ese viaje que es la vida sin la música como banda sonora. Pero aquel día primaveral de hace unos 8 o 9 años, en la cocina de mi casa (hubiera estado bien que sucediera en un sitio más bucólico, pero las cosas pasan donde pasan y cuando pasan) escuchando "And the healing has begun" comprendí que había llegado a mi destino. Al final de un viaje del que no era consciente. A ese destino que podemos llamar Caledonia.  No era la primera vez que escuchaba la canción ni al artista (Van puede sorprenderte en la vez 101 que escuchas una canción suya), pero sí que fue claramente el momento de la revelación, y de comprender que había llegado a mi destino. Creo que todos los vanáticos saben a lo que me refiero. En cada caso la canción habrá sido diferente, el momento y el lugar habrán sido distintos, pero creo que todos hemos sentido esa sensación, tan difícil de explicar, pero que nos hace darnos cuenta que hay "un antes y un después de ese momento".  Durante mucho tiempo, iluso de mi, pensé que esa sensación, esa revelación que había tenido, era un sentimiento exclusivo. Que nadie más había sentido eso nunca escuchando a Van Morrison. Conocer, algunos años después, a más gente que ha tenido las mismas experiencias, fue tremendamente reconfortante.  Sigo viajando, musicalmente hablando, a otros estilos, épocas, latitudes, etc., pero no dejan de ser breves escapadas, tras las que vuelvo siempre a la música de Van Morrison, porque desde aquel día tengo claro que ese es mi sitio, y esa es mi banda sonora. Y, casi como si fuera una droga o un acto religioso, raro es el día que no procuro por lo menos escuchar una canción del león. En realidad siempre suele ser más de una.  Supongo que ese día primaveral, en la cocina de mi casa, escuchando "And the healing has begun" fue cuando y como "caí fulminado".  José Raúl García Coque, El Colgao de Belfast  Nací en una familia numerosa de esas que el régimen político  fomentaba en su momento. Yo era el séptimo de nueve hermanos, cinco varones y  cuatro mujeres.
                           Mi casa siempre fue un ir y venir de gente. Entre ese  tumulto procuraba ir aprendiendo de cuanto sucedía a mi alrededor. Allí o te  espabiladas o te hundías. Ya de muy jovencito sentí afición por esto de la música. Mi  primer disco fue uno de estos de 45 r.p.m de Wilson Pickett que incluía “La  tierra de las mil danzas”. Tras el obligatorio paso por autores e intérpretes españoles  en la adolescencia mi sentimiento se decantó por cantautores de una manera  obsesiva. Comprendí que a través de la música la gente decía cosas, comunicaba  sus emociones. Allá por el año 75 ya era un auténtico seguidor de Robert  Allen Zimmermann. Conocía todas sus canciones de principio a fin. Conocía  también todas sus letras e intuía que lo que estaba haciendo iba a ser  historia. Además siempre le respeté como músico, con sus giros imprevistos y  sus actitudes que pudieran parecer soberbias. Sabía que era un tipo extraño,  pero me parecía normal que un genio se comportara así. Él a mí no me debía nada  y no tenía el porqué actuar de acuerdo a mi manera de ver la vida. Por aquel entonces, con unos 20 años, los hermanos de mi  cuñada nos introdujeron en el “Domino”, famoso programa radiofónico de Gonzalo  Garrido. A mis hermanos varones (Somos cuatro seguidos nacidos entre 1954 y  1960, yo en el 58) nos encantaba esa sintonía con la que empezaba el programa  con el que íbamos aprendiendo a toda velocidad las cosas relacionadas con la  música que nos gustaba. Allí nos enterábamos de cosas que había hecho Hendrix,  Jim Morrison, Neil Young, los Stones…..en fin, todos los grandes. Yo había acogido en mi seno a Leonard Cohen como complemento  de Dylan. Veía en él un intimismo y una manera de hacer música muy especial.  “Songs From a Room” era mi LP de cabecera antes de ir a dormir. Necesitaba  descansar de las emociones que Dylan, los Doors, Young y los Stones me  proporcionaban con la claridad del día. La noche siempre era para Cohen y para  mí. A la vez que conocimos el “Domino” de Garrido, nuestros  “familiares” nos pasaron el “Astral Weeks” aprovechando un regalo de esos que  la sociedad impone. “Astral Weeks” siempre estaba en la habitación de mis  hermanos, no en la mía. Yo pasaba por allí cerca y tenía que arrimar la oreja a  la puerta. El paso a la habitación me estaba vetado, ellos eran mayores y yo no  podía entrar en sus dominios. Desde la puerta era difícil apreciar aquello, así  que tenía que aprovechar los momentos en que ellos no estaban para indagar en  ese LP. Durante dos meses, las incursiones al terreno prohibido para  escuchar este álbum sólo consiguieron que no entendiera nada. Aquel Van  Morrison era un coñazo. ¿Cómo se le podía equiparar a los otros autores que me  encantaban? Ese LP eran sólo unas acústicas con unos contrabajos y unos  violines de lo más aburrido. El tío ese estaba todo el álbum repitiendo lo  mismo una y otra vez, tanto que llegabas a dudar que el LP se hubiera rallado.  En esos meses yo seguía con mi rollo. A la fuerza de querer intentar disfrutar de aquello que  todos me decían que era genial, y coincidiendo que la estructura de la música  de Van tenía mucho que ver con la de Dylan, todos los temas con DO, SOL, RE y  MI (Se me olvidó decir que yo tocaba la guitarra acústica), pues a la fuerza de  eso, comencé a comprender que ese Van era bastante bueno. No es que me gustara  especialmente mucho, pero ya no era tan rollo. Mi hermano de 1954 abrió una tienda de venta de LP’s en  Valencia. Él y el del 56 ya eran casi totalmente de Van, aunque sabían apreciar  otras cosas. Una noche nos quedamos en la tienda escuchando “It´s Too Late to  Stop Now” con unos amigos, no había chicas. El ambiente era muy especial, poca  luz y buena música. Algo me estaba introduciendo totalmente en aquella música.  La cosa ya no era sólo con acústica y bajo. Allí había una sección de viento  espectacular y el violín no era sólo un violín; había una sección de cuerda acústica  hermosísima. Y el pianista sólo tocaba las teclas que debía, pero siempre en el  momento justo (rápidamente fui a mirar su nombre: Jeff Labes). Tras I’ve Been  Working, Listen to the Lion, escuchando Caravan comprendí que Van Morrison era  excepcionalmente bueno. Luego vino Cypres Avenue y corroboré aquella impresión.  Estaba muy concentrado en su música, todas mis neuronas y sentimientos estaban  como en otro lugar, con un pie aquí y otro no sé donde. La cosa se estaba  poniendo muy íntima en el Cypres Avenue, todo rodaba de manera excepcional, él  comenzó a chillar “Babe, babe, babe…” con todos los músicos aporreando sus  instrumentos. Aquel hombre estaba totalmente metido en su música y yo lo sabía.  Luego vino, “Mamma, mamma, mamma……” no sabía cómo podía acabar aquello. Vino el  silencio, fue eterno y de repente, como un shock sideral aquel Van Morrison  chilló: “ITS TOO LATE TO STOP NOW” y el mundo se fundió en un espectacular  final de concierto que me marcó de por vida. Aquella fue la impresión más  grande que había recibido nunca, y yo comprendí que mi existencia iba a estar  ligada a ese músico y que, efectivamente, era muy tarde para parar. Por fin yo  ya era de Van Morrison. Durante 10 años en los que aprendí de memoria el “Astral  Weeks”, compartí a Van los cinco primeros con Dylan, Young, Cohen, Reed y  alguno más, cinco años más sólo con Dylan; pero desde 1986 aproximadamente,  para mí solo existe Van Morrison, mi nombre no es ninguna casualidad. A final de 2004 entré en Van Hispano y cada día me siento más feliz.  Coque, El Colgao de Belfast   (vantheman-coque.blogspot.com) Javier  Díaz-Seco: "Days  like this"  Era noche larga y yo volvía a mi casa a  derrotarme fumando un cigarrillo delante del televisor. Mi ánimo no era el más  esplendoroso en esa noche y encendí el aparato donde estaban  emitiendo un programa donde Le entrevistaban. El motivo, era porque tras  salir de una depresión había parido Days  like this. Me eclipsó en primer lugar el tono de voz. La  entrevista avanzaba, y entre medias, incluían videos de alguna de las canciones  del disco. Entrevistaron también a su mujer y a su hija. Y hablaban todos del  proceso de depresión como un hecho de crecimiento para Él como  artista y como persona. De cómo le había hecho superarse, cómo había pasado por  el abismo y de cómo un día se le ocurrió mirar hacia el cielo y de repente  darse cuenta dónde estaba la luz; pues lo único que había pasado es que estaba  mirando hacia abajo. Mi televisor por aquel entonces era pésimo, pero aún  así me impresionó mucho como fluían las canciones, sus melodías. Era como estar  escuchando un mecano singularmente nada parecido a lo que había escuchado  antes, perfecta y solidamente ensamblado.
  Mi equipo para escuchar música si era  bueno y al día siguiente compré el CD. Cuando escuché underline depression  Caí  fulminado. Era el mismo proceso químico - hormonal - mental que había tenido con  la música más parecido a un orgasmo sexual. No me pude levantar del sillón  excepto cuando acabó el CD y lo volví al principio para volver a tener la  experiencia. Las siguientes semanas y no recuerdo cuántas, lo ponía todos los  días. Habían dejado de existir los otros ante tal hallazgo. El encumbramiento  monocolor al que le tuve durante esa temporada me hizo descubrir grandes  espacios en mi persona que tenía aún por descubrir. Entender el camino que  vivimos y cómo. Me volcó su luz sobre mi penumbra. Miguel Flor:                           Pues soy de los que empezaron tarde escuchando a este monstruo musical, casi 30 años. En una tarde no recuerdo de cuando, pero si que estaba trabajando escuche un tema en la emisora de Radio M80, me impacto, pensaba que era un cantante negro (hombre de color), me llego tan profundo que no dude en hacer algo, que hasta ese momento siempre me había cortado, era llamar a la radio para preguntar, y di con un locutor amable que no dudo en darme todo tipo de explicaciones del disco, su autor, titulo del tema y nombre del CD, me lo deletreo perfectamente, pues mi ingles es nulo y cuando colgué, mi curiosidad ya había sido satisfecha momentáneamente, con la sorpresa que me dio, haciendo sonar dos temas mas dedicando lo mismos por la radio a mi persona.
 Todavía recuerdo la dedicatoria, para un joven oyente nuestro de Villena. (Ahora ya no diría eso).  Lo siguiente fue esperar que llegara el fin de semana y acercarme a un centro comercial, (no quiero hacer publicidad) para hacerme con el disco en cuestión, era Days Like This, me impacto tanto el disco que desde ese día hasta mi primer concierto en Madrid, Palacio de Congresos, presentación de Back On Top (27-04-99) del TIO VINAGRE Y EL MAGO MERLÍN, como bien definió en su articulo del día siguiente en el periódico EL PAIS, Diego A. Manrique, no he parado de coleccionar todo lo que sale ya sean cd´s, vinilos, póster, libros, fotos colaboraciones, autógrafos, todo, todo lo que pueda obtener con relación a MORRISON. Así que este flechazo musical, que surgió sin buscarlo y de casualidad, ya va para 9 años, en el cual he descubierto verdaderas maravillas musicales y muy buenos amigos. Miguel Flor  Antonio Soler:                        
                          A Van Morrison solo lo conocía a partir de artículos sobre en revistas y porque tenia un disco (Moondance) que había sido elegido en la "Serie Pioneros" hace ya de eso muchos años. Conocer, conocía muy poco. Me limitaría a Gloria, Brown Eyed Girl y poco mas... En el verano del año 1997, me presentan el calendario de los conciertos que el Teatro Cervantes de Málaga ha preparado para ese año. Entre ellos estaba Van Morrison.
 Seria intuición, seria por ver a una "vieja gloria", lo cierto y verdad es que compre una entrada (aun hoy maldigo el hecho de no haber ido a los dos conciertos que dio y solo a uno).
 Para meterme un poco mas en el concierto, fui a una tienda de discos a comprar "el ultimo disco de Van Morrison". ...Era The Healing Game.
 Recuerdo que cuando llegue a casa aquel sábado a mediodía y puse el disco,.....me frote los ojos, y pense "¿que coño es esto?,...¿tendrá mas discos como este?". Estas preguntas en el tiempo me han sido contestadas....
 Aquella misma tarde, volví a la tienda a comprar "otro disco de Van Morrison, y....por favor, ..uno en directo"
 En mis manos cayeron el Days Like This y el San Francisco.
 Solo escribir estas líneas, la emoción me embarga y recuerdo la sensación que tenia en aquellos días esperando el concierto de Van Morrison. ....¡¡Ya me había pillado!!
 No hace falta decir que el 25-07-97 en el Teatro Cervantes, fue el principio de algo que ha cambiado mi vida. Gracias a la música de Van entre en contacto con Van Hispano (siempre buscando la música del hombre), y es aquí donde, además de conocer una gente maravillosa, he podido seguir a este músico capaz de emocionarme en cualquier momento. Sensación que hasta esa fecha no había sentido nunca oyendo música.
 Aun recuerdo perfectamente cuando salió la banda a tocar y Georgie Fame se puso a cantar Sack O´Woe...llego un momento en el que pensaba que él era Van Morrison, pero no....salió después con su sombrero, traje oscuro, camisa blanca con lo puños excesivamente largos, lo cual le molestaba y no hacia mas que arreglarselos,....y cantó. Canto Rough God Goes Riding (la primera canción que había escuchado realmente de él)....
 A partir de ahí, compre el resto de su discografía, descubriendo lo gran compositor, músico y ante todo cantante que es.
 Y con esto y un bizcocho..........¡¡hasta mañana a las ocho!!!
 Antonio Soler                                                 
                          Alberto Lorenzo:
                          Mi viaje hacia Caledonia es un sinuoso camino lleno de curvas, callejones sin salida, cuestas arriba y abajo, agradables paseos, teletransportaciones múltiples y, ultimamente, barricadas y barricadas que me alejan del destino. 
 Todo empezó en el 92. Bilbao. Hymns To the Silence. Un compañero de facultad con muy buen gusto musical me comenta: el Van Morrison, la de años que lleva y no deja de sorprender el cabronazo con grandes discos. ¡Qué carallo!, me dije: habrá que darle una oportunidad a este irlandés. Novato de mí, me pillo el grandes éxitos y la cosa no pasa de ahí.
 
 Año 93. Otra vez Bilbao; Otra vez Van. Otra vez un grandes éxitos que se cruza. ¡Qué carallo!, me dije una vez más: démosle otra oportunidad, sino a Morrisón sí al compañero éste que con tanto acierto me había aconsejado hasta entonces. Bueno. La cosa cambia. Hymns to the silence, ¡In the garden! No guru, no method, no teacher. TOCADO
 
 2 canciones que me llevan a 2 discos: primero "No guru..." Me gusta esa voz, esos vientos, esto vale realmente la pena. Suena distinto. Es distinto. Ahora vamos a por el "Hymns to the silence". Me entra aún mejor. Esto funciona. Bien. Muy bien. "Take me back". HUNDIDO . "Take me way back, Take me way back, Take me way back,... y de ahí, ¡al infinito y más allá!
 
 Coincide por entonces que se reedita la práctica totalidad de su obra a 995 pelas de las de antes.
 
 Desde ese mismo momento, meto la marcha atras y van cayendo, uno tras uno, todos los trabajos de VTM desde el 93 hasta el "Beautiful Vision". Un año que aparco casi todo lo que no es Van y me dedico a este viaje iniciático.
 
 La mayoría de las veces solo, luego con Jordá como guía (por entonces aún no se había editado el definitivo "Viaje a Caledonia" de Isabel y Miguel López) me va atrapando cada vez más y todo me va entrando cada vez mejor excepto un puñetero disco que se me resiste: "Astral Weeks".
 
 Y una buena noche ocurrió: no sé que pasó pero me entró ¡y de que manera!. Recuerdo haber estado toda una semana machacándome el cd. En el trabajo. En casa. En casa. En el trabajo.... Nunca había sentido nada parecido con la música. A pesar de tener momentos gloriosos (Sobre todo "Madame George", "Beside you" y "Cipres Avenue") es el conjunto del disco lo que me dejó totalmente en fuera de juego.
 
 ASÍ CAÍ FULMINADO.
 
 Pero una vez recuperado, me levanté y fui corriendo a "Veedon Fleece", pasé por "St Dominics Preview" y comprendí irremediablemente que "It´s too late to stop now".
 
 Cuando son los sentimientos los que te marcan el camino es difícil razonar qué tiene este hombre que no tengan los demás. Sin embargo estoy convencido de que si un día algun extraterrestre quisiera comprender qué es la música en estado puro aquí tiene voz, blues, canciones monumentales, energía, jazz, sentimiento, buen soul ...
 
 De hecho, yo tengo la teoría de que un extraterrestre ya lo ha hecho: ha abducido a Van Morrison. Sucedió hace más o menos 10 años y el gordo en cuestión (Morris Vanson se llama) se dedica a la edición de olvidables discos y peores conciertos. Hasta que un buen día devuelva el hombre que lleva dentro y recupere la forma. O no.
 
 Pero volvamos a donde estábamos: la difícil explicación de las emociones.
 
 Me encanta Jeff Buckley,Neil Young, Tom Waits, Leonard Cohen, Dylan, y , últimamente ¡no se lo pierdan! el ¿relevo? irlandés Damien Rice.
 También Janis Joplin y Billie Holliday. Los Smiths, Clash, Pixies, Talking Heads y Triana.
 
 Pero sólo Van Morrison me lleva a sitios donde nunca nadie lo había hecho. Creo que la palabra es quietud y tiene que ver con que todo se detiene mientras Van gira a tu alrrededor. Si no sabes de lo que hablo coge el "It´s too late to stop now" y fíjate en el final del monumental "Listen to the Lion": el público tarda 2 segundos en reaccionar y aplaudir. El tiempo en volver a bajar.
 
 Y ahí seguimos. Esperando la próxima elevación místicomusical. Disco a disco. Canción a canción. Y quien sabe si algún día, concierto a concierto.
 
 Lo que sea por alcanzar Caledonia y evadirte un buen rato.
 
 ¿can you feel the silence?
 Alberto Lorenzo
                         Javier Tabarés:                        
                          Me cuesta, me cuesta concebir un primer momento, un único momento y al verlo escrito, me digo, sí, ése fue, pero... ¿y aquel otro, qué?. Por lo tanto, no puedo responder cuándo caí fulminado. Son varios los que han formado el todo... la Maravilla. Hay, sí, determinadas pistas para identificar un impacto con una interpretación en estudio o en directo de Van Morrison. ¡Cómo me gustaría ser católico, en este momento y poder decir: “¡Me taladró el alma!”!.
 La primera vez que oí de forma más o menos consciente que existía un músico llamado Van Morrison, fue allá por el 75. Mi hermano Carlos trajo a casa un single, un simple single promocional: por una cara, el Bulbs de Van Morrison y el Walk on de Neil Young, por la otra; aún lo conservo hoy. Estábamos a mediados de los 70, música disco por las emisoras (sonido Philadelphia, Soul Explosion e inventos de aquellos con la única finalidad de vender discos). Allí me tenías, con mis 17 años, con el Bettor Dual machacando ese vinilo que comenzaba con un bajo y una acústica y una voz rota, fuerte, personal, que contagiaba rabia y rompía con el estilo que nos intentaban imponer. Este músico, para mí desconocido, no cantaba, gruñía, casi ladraba y te sorprendía cómo intentaba sacar todo lo que intuías que atormentaba su interior.                        
                         A continuación y con el paso de los años, el goteo incesante de su música fue calando en mi sensibilidad musical y todo lo que escuchaba del irlandés lo incorporaba a mi baúl de imprescindibles. Quizás la apuesta por mi parte era poco arriesgada, había jugado sobre seguro, sobre una carrera de un músico inigualable y ya con unas cuantas joyas encima de la mesa.                        
                         La siguiente pista habría que buscarla en los conciertos, así en directo, él arriba diciendo lo de vais a conocer la Maravilla. Estos instantes inolvidables han aparecido de forma tanto individual en el 92 en el Conde Duque de Madrid como colectiva, en Donosti o Málaga. Supongo que fue en el concierto de Madrid donde determiné que iba a medir la calidad de un concierto por las veces que se erizaba mi piel. Y no me imagino el concierto de Málaga 2004 sin la presencia de buenos amigos. Sin la plena certeza de saber que todos los allí reunidos éramos conscientes del prodigio, de compartir esa sensibilidad hacia esta música que nos hace creernos afortunados; no diferentes, afortunados por saber apreciarlo. No hace falta preguntarlo al final de una actuación, basta que te miren a la cara, a los ojos, para comprender que ha vuelto a ocurrir.
                         Javier Tabarés
                          
                          César García:
                         Era una vez que se era en el país de los cuentos y la ilusión que había un muchacho lleno de adolescencia pero que adolecía de todo lo que hace adolecer ese momento rebosante de hormonas. Era un día de Año Nuevo y dormitaba ya en el meridiano del día lo que de su cuerpo sobrevivía después de su primer derroche de noche en esa noche llena de sueños.                        
                         En ese ensueño estaba cuando vislumbró la luz a través del sonido de una melodía que lo removía entre las sabanas, lo desasosegaba porque le despertaba y luchaba contra ella arremetiéndose contra la ropa de la cama y ocultándose tras la almohada.                        
                         Mientras el intentaba protegerse dando la espalda notaba que algo en su cuerpo solicitaba la melodía a la vez que sus músculos brincaban entre suaves espasmos al son que aquella marcaba. Y la melodía subía su ritmo y a la vez se lo pedían sus fibras. Luchaba contra ese despertar inadecuado e inapropiado para las circunstancias pero algo menos mecánico empezó a pedir su oportunidad; su pensamiento buscaba a su entendimiento por que este también buscaba la melodía, el duermevela se desperezaba entre ritmos que se elevaban poco a poco y ya todo su cuerpo era una alerta en dirección hacia esa música que le entrecortaba la mente y el cuerpo.                        
                         Alguien abrió con la brusquedad que marcaba el compás musical la puerta de su habitación y las notas de aquella canción entraron con derroche, la luz casi con violencia y la figura en contraluz solicitaba su atención con exhortos amistosos. Con todo ello y como por arte de magia ya entendía con claridad que aquello era como una revelación y sin más concesión pidió la repetición de aquella prueba de realidad soñada. Aquel que se lo reveló volvió a un tocadiscos Beltor de aguja de diamante que retrocedió con esmero y cuidado. Y entonces ,remansado en un sillón, aquel adolescente que adolecía comenzó a regustar un inicio de toques certeros guitarra y voz iniciática que dejaba sumarse a otros instrumentos y todos en plena y perfecta fusión subían, subían hacia arriba,por encima.                        
                         La aguja del tocadiscos repitió su recorrido hacia atrás tantas veces como se deseó, mientras la melodía lo que hacía era llevar hacia adelante al que lo deseaba.                        
                         Llegó la tarde y con ella el sosiego de la trepidante mañana. Entonces aquel que fue figura a contraluz le dijo al adolescente que diese la vuelta al disco de vinilo, que dejase la aguja de diamante sobre la cara A, que se pusiese los cascos de música y que escuchase, que escuchase. Y lo hizo, y se dejó llevar por que no era posible no hacerlo y acabó la A y pasó a la B y en aquella tarde de Año Nuevo se permitió escuchar y sentir las dos caras tantas veces como se necesitó solo por puro deseo y placer.                        
                         Y al fin llegó a hacerse viejo el día nuevo de aquel año pero a partir de ese día nunca los días y sus noches serán iguales año tras año.                        
                         Así cayó fulminado un adolescente, que en un día de Año Nuevo, vislumbró la luz gracias a una figura en contraluz. Y a partir de ese momento surgió la magia mientras escucha, siente y desea, año tras año.
                         Banda sonora: La canción que le despertó Bulbs; el Lp que lo situó Veedon Fleece.Agradecimientos a "la figura";su hermano mayor, por siempre.
 César García   Juan José Colás:
                          La primera vez que oí hablar de Van Morrison debió ser a mediados de los años 70. Yo debía tener 15 años y ya hacía algún tiempo que había sido infectado por el virus del rock, esa música alternativa que había que esforzarse por descubrir (la radio y la TV de entonces apenas se hacían eco de ella) y que no dejaba de sorprenderme una y otra vez. Así pues, el conocimiento se transmitía de forma oral de persona a persona y, si se tenía mucha suerte, alguien te dejaba un disco o reunías unos ahorrillos para comprarlo.
 Tardé mucho en poder escuchar a Van por primera vez. Creo que la primera referencia sonora que tuve de su música fue el “Gloria” en la voz de Patti Smith y, poco después, una recopilación de temas grabados en una casete: Eric Burdon y los Animals en una cara y Van Morrison y los Them en la otra. Aquella cinta abrió un nuevo filón en mi forma de entender la música: en una época en la que predominaba el rock sinfónico o el jazz- rock con sus elaboradas y barrocas estructuras, se me reveló con total intensidad aquella música primigenia que algunos denominan “rhythm&blues blanco”, tan directa y explosiva. Gonzalo Garrido y su programa “Dominó” en la radio madrileña “Onda 2” me dieron a conocer, algo más tarde, a un Van Morrison más maduro, el Van de “Into the music”, música plena de matices construida sobre estructuras de soul, a veces intimista y a veces arrebatada. Pronto tuve la oportunidad de verlo evolucionar por primera vez sobre un escenario: sería en la película “El último vals”. Terminaba la década de los 70 y daba la impresión de que con ella iba a desaparecer del todo aquél mágico espíritu iniciado en los 60 que tantas puertas había abierto y que tantas ilusiones nos había hecho albergar. Prefiero hacer una elipsis sobre los años 80 para no proyectar toda mi furia sobre el panorama musical cutre y reaccionario que caracterizó a esa década (desde aquí pido que sus responsables sean juzgados y condenados a escuchar sin tregua aquellos productos). Pero llegó 1990. Y el “Avalon sunset”. Y la primera edición del libro de E. Jordá. Y el primer CD de “lo mejor de” nuestro hombre. Y la reedición en CD de todos los discos de Van. Y mis 30 años. Y los mayores reveses de mi vida. Todo ello y algunas cosas más, hicieron que me sumergiese en la obra de Van Morrison cual explorador que se aventura buscando sus paisajes soñados, sin temor a que le vaya la vida en ello. En poco tiempo me hice con todos sus discos oficiales. Y Van Morrison continuó haciendo discos maravillosos: el hermosísimo “Hymns to the silence” (doble) –mi favorito-, el tremendo “A night in San Francisco” (doble en directo), el amable “Too long in exile” y el denso “The Philosopher´s stone” (doble). Internet nos permitió acercarnos mejor al personaje, hasta entonces demasiado inaccesible, y entablar fácil relación con otros aficionados Lo que vino después posee para mí menor interés, a excepción de alguna pieza -como esa desoladora “Ancient highway”-, pero no dudo que el Maestro volverá a regalarme pronto con otra obra maestra. Espero ansioso ese momento en el que, de regreso al encuentro consigo mismo, muestre la misma hondura de antaño al cantar y nos relate cómo se manifiesta, desde la atalaya de su edad, la magia de las cosas sencillas.  Juan José Colás  Javier Melgares:
                         Pues de algo así podríamos hablar cuando el 1 de marzo de 1996 escuché por primera vez en directo a Van, fue en Murcia, con aquella mítica banda que tanto añoramos, Georgie Fame, Brian Kennedy, Pee Wee Ellis, Hají Akbar … ¡ y cómo sonó aquella noche ¡ ¡qué fiesta! , increíble Georgie poniéndose una cerveza tras otra sobre su Hammond y con Van tomando no se qué brebaje secreto y estrujando su voz como hace cuando quiere. La banda sonando como debe ser, y como nunca he vuelto a escuchar a ninguna otra banda de Van.                        
                         Al salir y después de aquello me pregunté ¿CÓMO ES POSIBLE QUE ME HAYA PERDIDO A ESTE HOMBRE ANTES?. Por supuesto que ya conocía a Van, creo que ya tenía el Too Long in Exile y el Hymns to the Silence, un amigo también me había grabado el A Night in San Francisco, pero no me habían calado. Después de aquello los volví a escuchar con otros oídos, y fui haciéndome de otros de sus discos. El A Night in San Francisco llegó a ser mi disco de cabecera durante muchos meses, ¡cómo me recordaba aquella noche de mayo del 96!, ¡qué apoteosis!, no dejé de ponerlo constantemente, en casa y en el coche.                        
                         Aquella noche fue la puerta de entrada a su música, después descubrí al Van profundo a aquel que en los temas lentos más “suyos” nos hace sentir esa congoja, ese nudo en la garganta, esa lágrima a punto de salir que nos hace sentir más humanos y encontrarnos con nosotros mismos.                        
                         Ningún otro concierto de Van ha sido como aquél en el que caí fulminado, los ha habido buenos y menos buenos, pero aquella fecha supuso un punto de inflexión en mis gustos musicales, por el soul, el blues el rythm and blues. 
                         Javier Melgares  Jaime Bobillo:
                         Conocía a Van Morrison de oídas,de las revistas y libros de música, de las referencias que a él hacían otros músicos,de los temas que se oían por ahí, ya sabeis, el Gloria, el Brown Eyed Girl y poco más, nunca le había prestado demasiada atención a sus discos, me parecía otro cantante hippie más de los 70 venido a menos...me gustaban los grandes de los 70,si, Neil Young, Janis Joplin, etc pero este no lo veía yo como un clásico... lo que si me gustaba por encima de todo era el Soul, así, con mayúsculas, Otis Redding, Marvin Gaye, Bobby Womack,Curtis Mayfield etc, y por ahí vino todo.                        
                         Un buen día fui a mi tienda de discos y Carlos, el dueño, me invitó a que escuchara un disco de Soul que ya era antiguo pero que acababa de salir reeditado en CD,"es uno de los mejores jamás grabados", me dijo, era de Van Morrison, y se titulaba "It´s Too Late To Stop Now", me lo llevé para casa y me pasé toda la tarde escuchándolo sin parar. Aquello era increíble,la voz, la potencia, la fuerza del directo, el audaz uso de un quinteto de cuerda junto a una banda de soul, la sección de vientos, todo, todo,todo me encantaba.                         
                         Al cabo de dos días ya estaba en la tienda de discos pidiendo más de Van Morrison, Carlos me dijo que acababa de salir uno nuevo pero que no era de soul, me daba igual,quería saber más de este tío...Y me llevé a casa Too Long In Exile, y así caí fulminado, sé que algunos pensareis que es raro pillarse con el Too Long in Exile, pero a mí me pasó, y aún hoy es uno de mis discos favoritos de Van, me encanta la voz,negra y profunda, mucho más que en el Its Too Late, me encantan los teclados, me encantan las guitarras bluseras, me encantan los vibráfonos de fondo, me pierdo en los remolinos de Till we get the healing done, me parece sublime el Instrumental que cierra el disco y ese todo que forma con I´ll Take care of You y Tell me What You Want...estaba pillado, y estoy pillado todavía, a partir de ahi empezé a seguirle la pista a Van Morrison, la mayor parte del tiempo en solitario, y guiado casi en exclusiva por el libro de Eduardo Jordá, pero ha merecido la pena, la musica de Van Morrison me ha acompañado en muchos momentos de mi vida, por ahora en los mejores, y espero que lo haga también en los peores, me gustaría que sonara en mi funeral,aunque yo sea el único que no la oiga...
                         Un abrazo                        
                         Jaime Bobillo  Pablo Torres: De cómo conocí y me volví loco con Van Morrison 
                         Fue de casualidad, viendo una película; una de esas románticas donde siempre ponen música en las escenas cumbres. De repente sonó una voz descomunal que inundaba todo el cine, poderosa y a la vez conmovedora. No tenía ni idea de quien cantaba, pero al salir me dije que tenia que hacerme con la banda sonora y ver quien era. La película era “Un día inolvidable” y la canción “have I told you lately” de Van Morrison. A la tienda...”Back on top” en oferta, y la voz inmensa. Me volví a por “The best of Van Morrison”; poca escapatoria me quedaba. Entonces una mujer me destrozó el corazón y lo afronté “como un adulto”, con una botella o dros...en un momento de lucidez, entre las paredes de aquel grimoso y acogedor pub, que fue mi casa un tiempo, sonaba “Healing Game”. Otra vez el irlandés se cruzaba en mi camino.  Navegaba en la red en busca de información sobre “The man” y di con la lista( Van Hispano), a la vez que leía la biografía de Van que había escrito Jordá. Se comentaba en el foro en el disco del mes, el ITLTSN. Fui a la tienda en busca de él....”Listen to the lion” y “Caravan” cambiaron mi vida...ya no había escapatoria, mi corazón se dejaba arrastrar por aquella voz desgarrada y sentida que era capaz de aplacar las heridas del corazón y hacerte sentir acompañado en el vacío y solitario abandono. Los discos caían uno detrás de otro...”Veedon Fleece”...otro universo, la lista...una familia...Griffin, Flor, Soler, Melgares...mis hermanos. 
                           “En otro mundo, en otra época, en otro lugar, tengo un hogar en lo alto...para renacer...tan lejos”-Astral Weeks
 “Vamos a recorrer el país para llegar al alma verdadera...y tanto sigo la corriente como voy en su contra...”
 -You don´t pull no punches, but you don´t push the river
 “Cuando oigas la musica palpitando en tu alma
 Y sientas que crece y crece en tu corazón
 Y procede del Rock and Roll callejero
 Y la curación ha empezado”
 -And the healing has begun
 Van Morrison, señores... Pablo Torres  José Manuel Griffin:
                          Tengo que reconocer que en mi caso no fue un flechazo. Tardé, tardé un tiempo en caer definitivamente fulminado, en encontrar los tesoros ocultos que escondía este señor en sus discos, en reconocer bajo mis pies el sendero que me llevaba directo a Caledonia….
 Eran finales de los 80, una época donde la música intentaba salir a flote después una década de travesía por el desierto, sin duda no eran buenos tiempos para el R’N’R. Algunos chavales nos refugiábamos del chaparrón en los grandes clásicos de los setenta, en Dylan, en Bowie, en Lou Reed o en los Stones, por supuesto. Junto con un colega del instituto, solíamos frecuentar la única tienda de discos de vinilo de segunda mano que había en mi ciudad, donde con un poco de suerte podíamos encontrar una jugosa pieza de Clapton o de Jethro Tull por unas cuantas perras y a continuación irnos a mi casa y escucharla un par de veces o tres; sin duda era el mejor momento de la semana. En cierta ocasión vi. una portada que me impactó. Era muy sombría, se veía a un tipo menudo agarrado a un micrófono con un haz de luz detrás, en una elegante pose con un traje negro discreto, todo con una tonalidad azul muy hermosa. El disco era “It´s too late to stop now”, claro, y el tipo en cuestión Van Morrison. El nombre me sonaba de una enciclopedia del rock que tenía, pero no sabía nada de él. Decidí “cazar la presa”, era un poco más cara de lo habitual, pero por suerte llevaba suficiente pasta ese día. Después, lo de siempre, me fui a casa, pinché el disco en el giradiscos……. pero no hubo suerte. Las piezas largas, “Listen to the Lion” o “Cypres Avenue” me parecieron bastante aburridas, y el supuesto rock, falto de fuerza. Sin duda no estaba preparado para emprender ese viaje……
                         Años más tarde, hacia 1996, andaba yo pasando el mal trago de realizar el servicio militar. En las interminables tardes y noches que se sucedían, la música era mi única compañera de fiar, y consumía una cinta detrás de otra en mi viejo walkman. En cierta ocasión, andaba corto de material y le pedí auxilio a un compañero de litera. Me dio un puñado de viejas y desgastadas cintas, entre ellas una del amigo Van Morrison, se llamaba “Into the Music”, y, esta vez sí, se obró el milagro……definitivamente se me abrieron los ojos y fui capaz de asumir lo que tenía delante mía. Ese fin de semana llegué a casa y desempolvé el viejo vinilo de ITLST, ahora todo encajaba, corrí a la tienda y me hice con cuanto pude, “Moondance”, “Tupelo Honey”, “Common One”, uno detrás de otro…… Y por supuesto Astral Weeks, el verso definitivo, la palabra sagrada. Seguí leyendo, informándome, empapándome, casualmente Van empezó a tener mucho éxito con el disco “Days like this”, después el “Healing Game”, el “Back on Top” …. Desde entonces Van ocupa una parte muy importante de mi tiempo, mis conversaciones y mis pensamientos, es una fuente inagotable para mí. Su obra hasta 1974, más el disco “Into the Music” de 1979 son la columna vertebral de mi discoteca, es el único que le tose a mi Gurú Dylan, es la voz blanca más cercana a los grandes del soul que tanto adoro, está en el Olimpo junto a sus/nuestros admirados (esto es algo que Van y yo tenemos mucho en común) John Lee Hooker, Ray Charles y Sam Cooke, es …..VAN MORRISON, el único, el incunable, el eterno. Después, gracias al grupo Van Hispano, encontré a unos inseparables compañeros de viaje, que desde entonces me acompañan en esta travesía, en este trasbordo a la vieja Caledonia, tan lejana, tan cercana……. El haber encontrado a los que hoy son mis hermanos es otra de las deudas eternas que tengo con el irlandés, él me indicará el peaje que tengo que pagar…. Griffin 
                          Enrique Moreno:
                          Fulminado no es la palabra. No caí fulminado por Van y su música. En realidad, lo que viví fue un proceso distinto. Algo así como una decantación lenta e inexorable. Como si el inevitable transcurrir del tiempo sólo llevara hasta allí.
 Me crié en un barrio extremo que, en honor a la verdad, era un aparente oasis, artificial, en el centro de un entorno en el que, como escribiera Candel, “la ciudad pierde su nombre”. A mediados de los 60 todavía imperaba allí el pensamiento único, en todos los sentido, en especial en el plano político-religioso. En ese contexto, a los 13 años, la música fue un descubrimiento providencial, un asidero sin parangón para alguien que buscaba “su lugar en el mundo”, una excusa, un pretexto para arremeter contra casi todo.  La música, en mayúsculas, cualquier tipo de música. Material de aluvión para el intento de construir un delta propio donde poder enfrentarse al resto de cuestiones que cualquier adolescente no sabe como resolver. A los 14 devoraba la música y a los 15 me convertí en un coleccionista compulsivo. Cualquier vinilo era bienvenido. Máxime si eran de los Hollies, o los Beach Boys, o los Four Tops, o los Beatles, o los Kinks, o ... la lista sería interminable. Ahí aparece “Gloria”, en la versión de un grupo del barrio de al lado, que, en un descuido, se apoderan de los instrumentos de los hijos de la panadera (los únicos con poder adquisitivo para tener guitarras, bajo y batería), y nos dejan lelos con su versión de la canción de Van (en ese momento, todavía no sé quien es¡¡¡) y su posterior interpretación de “What’d I Say”. Aquello abre nuevas vías. Por las que me lanzo atropelladamente. Desde ese momento, y hasta ahora, he mamado música, cualquier tipo de música, en cualquier circunstancia. Y ella ha sido el antídoto que he empleado para huir de la locura a la que, en muchas ocasiones, nos lleva la vida. Ya sabes¡¡. No se puede vivir impunemente.  Y dentro de ese proceso, la decantación a la que antes me refería lleva, inexorablemente, a Van. Yo también creo, con él, en el poder sanador de la música. Poder que no todas las músicas tienen. Y a medida que creces, probablemente el único privilegio es escoger tú medicina. Tengo en las estanterías de casa montones de vinilos y cds que ahora no pondría bajo ningún concepto. Que posiblemente en su momento cumplieron su función, incluso aunque sólo fuera la de enseñarme que esa música no iba, no llevaba, a ninguna parte. Sin embargo en ese proceso, la obra de Van ha ido creciendo en importancia, para mí, de manera imparable. Siempre regreso a su obra. Siempre me aporta algo. Ahora, hasta tal punto, que quiero que esté siempre ahí. Y dentro de su obra, soy del “Veedon Fleece”. Acepto, sin ambages, sin dar paso a la polémica, que “Astral Weeks” es superior. Y confieso que mi canción favorita de Van es “Madame George”. Reconozco que otras obras son realmente maravillosas. Y, por supuesto, hay decenas de canciones que me erizan el vello como ya lo hacen muy pocas cosas. Pero no me puedo resistir a la magia del Vellocino. Viví con él tantas cosas especiales, que no sabría, aunque quisiera, como traicionarlo. Para colmo, cada vez que oigo “Streets Of Arklow” ..... esa flauta¡¡¡ .... nada describe mejor los paisajes de la infancia que no tuve, que dejé que me arrebataran. Y llegado el momento de echar la vista atrás, sabes, esas cosas son definitivas.  Sé que por el camino me dejo muchas cosas (creo que fue Borges el que escribió que la “memoria escoge lo que olvida”) pero por muy selectiva que sea la memoria, la presencia de la obra de Van no se difumina, ni siquiera ahora que, cuando menos aparentemente, ha empezado una decadencia a la que, nosotros, sus compulsivos admiradores, le negamos todo derecho. Todavía pienso que el peor de sus discos es mejor que el mejor de muchos otros artistas y que en el peor de sus conciertos suele haber un momento mágico por el que suspirarían muchos creadores.  Si, añado, además esa música me ha traído, como de la nada, un puñado de personas con las que compartir todo eso ... no es que la curación haya empezado, es que está a punto de llegar.  Enrique Moreno 
                          Magda Mateu:
                         Si Van Morrison no hubiese sido irlandés quizá nunca le habría conocido. Por aquella época andaba yo enamorada de todo lo relacionado con Irlanda y con su música más tradicional. No he sido nunca fan de nadie, ni siquiera en mi adolescencia cuando “Los Pecos”, “Mecano”, y otros intérpretes de dudoso gusto (para mí) copaban el terreno musical entre los adolescentes. Me hacía gracia ver como mis amigas llenaban sus habitaciones de pósters cuando yo no tenía ninguno, ni ganas, lo cual no significa que no me gustara la música, que no fuera a fiestas ni a bailar, ni tuviera discos, sin embargo me atraía también otro tipo de música que quizá ahora encuentro de alguna manera en él.
                         La música tradicional, creo que de todos los lugares, incluye cantos que salen de lo más hondo... flamenco, blues, celta... eso me gustaba. El cantar desde las entrañas, sin demasiados artificios. Viajé por vez primera a Irlanda allá por el 1995 y tuve la oportunidad de ver como en los pubs de las islas Aran, al oeste de Irlanda, cantaban algo muy parecido a eso que todos conocemos... Bueno, y quedé enganchada exactamente en 1996. Me compré el disco de “Los Chieftains” : “The Long Black Veil”. En el tienen una colaboración con Van, que es la versión más preciosa de “Have I Told You Lately” que he oído nunca. El arpa del malogrado Derek Bell y el whistle de Paddy introducen delicadamente lo que será toda una declaración de amor que yo tomé como algo muy personal... entonces me dediqué a buscar todo lo relacionado con Van... por aquella época sucedieron dos cosas: fui a ver la película “Phenomenon”, con John Travolta, que estrenaban... ahí sonó otro tema, cantado por una chica : “Crazy Love”. No sabía de quien era y también quedé fascinada, me quedé a ver los créditos (cosa rara en mi) y descubrí que el compositor del tema era Van Morrison ... ¡ El mismo que tenía esa fantástica voz en el disco que me había comprado! Y de ahí salió la bola de nieve... y que bola! Al cabo de poco el fabuloso concierto que dio en el Pavelló de la Vall D’Hebron, en Octubre de 1996, al cual fui sabiendo solamente 3 o 4 temas de él... y tambien el hecho de que, junto con cuatro colegas (de los que todavía sigo en contacto con algunos) fundamos el primer “Club de Fans” de Van Morrison de Barcelona y nos reunimos en el “Pizza Hut” a interacambiar “cromos”... también recibí mis primeros boots en cinta de cassette de la lista de correos de van-l (que todavía funciona), etc.  Lo curioso es que... he encontrado, retenido y perdido a gente en mi camino durante estos nueve años (nueve años ya!!) gente a la que le gusta la música, a la que no, que no saben quien es Van Morrison o que sí que lo saben y te dicen que está enterrado en París... me he relacionado con todos ellos de distintas formas, pero existe una especie de conexión extraña con todo aquel que vibra como todos sabemos con la música y con la voz de Van. ¿No sé si será mucho decir que en el fondo estamos hechos de la misma pasta? Magda Mateu 
                          Julia:
                          Ha vuelto a nevar, y esta vez a nivel del mar. Hoy amaneció Menorca mas blanca que nunca. Y hoy, como hace tres años suena “Philosophers Stone” dentro de un coche que conduce el mismo menorquín que ha llenado de luz mi vida y que me presentó a Van Morrison en mi tierra castellana, también cubierta de nieve en aquellos días.
 Les conocí prácticamente a la vez. Hacia unas horas que había comenzado nuestro “Viaje a Caledonia” y mi curiosidad musical me llevó a preguntar por aquella canción que se me estaba metiendo por los poros de la piel que de por sí estaban bastante sensibles por el momento emocional que estaba viviendo.  Entre mantos de hielo y nieve blanca se asomó la sobra negra de Van Morrison desde la portada del “Back on Top”. En mi total ignorancia se me ocurrió preguntar:….” ¿Quien es este tipo ?” . Y “Mi Hombre” me contestó: “Es Dios”. Después en mi primer concierto de Van , en Salamanca, lo comprendí. Allí Miguel Lopez,, me empapó de la “religión vanática”. Y me monté en esa “caravana” que para mi, acababa de ponerse en marcha… Julia 
                          Mayte Ferrando:
                         
                          Viaje a Caledonia,el Billete desesperado de Van,
 el sueño inalcanzable del retorno....
 .. su anhelado destino
 Gracias, por haberme tenido atrapada durante las 384 páginas del libro por los placenteros brazos de la emoción,por un tiempo al que por momentos, he deseado pertenecer,
 por un lugar en el que no he estado salvo en la imaginación,
 por una distancia que hace tiempo que no recorría.... la que me lleva desde mis primeros momentos de contacto con la música de Van hasta hoy.
 Tomé el libro con ganas de tragármelo de una sola vez y con el deseo, al mismo tiempo de que no acabara,Con la emoción de alguien a quien le acaba de caer en las manos el mapa que contiene un tesoro,
 Y que conforme se adentra en él, siente que no decepciona.
 Disfruté hallando respuestas a preguntas sobre Van,Desvelos íntimos y menos íntimos sobre su vida, desde su niñez hasta su momento actual, razones..... y ¡porqués!, adentrándome en el libro a través de una narrativa emotiva y amena, de la mejor manera: recorriendo las canciones, una a una hasta completar su discografía, y dejando que se filtrara en mí, el libro, la música, todo.
 Por momentos sentía que acompañaba a Van en ese viaje a Caledonia,Pero cada uno tenemos nuestro propio viaje emprendido
 Y ese solo puede recorrerse solo.
 ¡Gracias de nuevo!. " Mayte Ferrando
                          
                          Miguel Novo:
                         “Cleaning Windows” me entró por una oreja y”Bulbs” me sellaba la otra, con lo cual ese sonido no podía salir de mi cabeza. No sabía ni quien era el tío que estaba cantando, pero lo que sí supe desde el primer momento es que mi fanática obsesión y defensa de Bob Dylan como el que más discos ocupaba en mis estanterías corría serio peligro. Al recordarlo hoy pienso lo que pudo haber pasado si la primera audición fuese “Listen To The Lion” o algo de Astral (sudores, mareos…). Por aquel entonces compartía con más calma cervezas y música con algunos de los nombrados en vuestros agradecimientos de “Viaje a Caledonia”, con lo que en poco tiempo las noches dejaron de ser para dormir y sí para soñar “gracias a ellos” y a las listas de álbumes que me iban recomendando. “Saint Dominic´s...” el impresionante “No Guru…” ( me gustó la forma de contar en el libro lo de Oh yeah y lo que previsiblemente vendría luego, algo que creo que compartimos mucha gente esperando que un nuevo tema arranque así), poco después pasaría mucho tiempo enfrascado y totalmente perturbado con Astral (mi mujer me decía que sólo me faltaba escucharlo al revés). Creo que por estas fechas pasé a mi querido Robert Z. a la estantería de abajo (nuestra relación sigue gozando de gran estabilidad). Fueron desfilando por el plato (más bien por el CD) todos y cada uno de los demás discos. Parada especial en “Into the Music” y abusando del “It´s Too Late” en las juergas en casa. Luego vinieron los conciertos, La Coruña (que pena que coincidiese con la gira de Linda y ese triste disco), Oviedo, el no tocado en Santiago de Compostela (recuerdo la espera y la lluvia, de los primeros en la cola viendo los charcos en La Quintana) un marco aunque suene a coletilla realmente incomparable y que podría haber sido algo grande de verdad, Vigo, etc. La obsesión era sana pero demasiado fuerte, y una vez reunido lo oficial me adentré en el ingente mundo de lo recogido con grabadoras de bolsillo (por ahí seguimos por ahora). ¿De los últimos?, lo cierto es que aún no he terminado de oír los demás. Tenemos en casa casi sin abrir lo de Blue Note y poco escuchado “Down the Road”, pero seguro que dentro de unos años me tiraré de los pelos por no prestarle atención antes. En fin. Seguro que hay alguien que nos entiende. Un saludo. Miguel Novo
                                                  
                                                   Jordi Abad:
                         Hasta hace muy poco no le presté especial atención ni a VAN MORRISON ni a su música. En el otoño de 2000 VAN THE MAN dio un concierto en Barcelona y un conocido de Madrid, un tal Miguel López, me lió para que fuera con él. No voy a hacer ningún comentario sobre ese concierto, ni sobre Linda Gail Lewis, lo más destacable de la noche, como casi siempre, la compañía y las cervezas del postconcierto.  Unos días después pasé por el despacho de un amigo y no sé como, acabamos hablando del concierto y de VAN, lo que contaba mi amigo no me cuadraba con los bailables del viernes anterior. El tema habría quedado zanjado y olvidado si mi amigo no hubiera tenido allí un par de CD’s de VAN MORRISON, eran Astral Weeks y Van Morrison His Band And The Street Choir, fueron más que suficiente, sino para caer fulminado si para centrar mi atención en el GORDO.  Y oí Astral Weeks y Van Morrison His Band And The Street Choir y volví a oírlos y seguí oyéndolos y seguí con Live At The Grand Opera House, It´s too late to stop now, Common One, Avalon Sunset y seguí y seguí y entré en VAN HISPANO y me dió por aparecer en algún que otro concierto y me encontré a gente como Antonio Soler, gente que muestra esa luz que proviene de regiones del alma que sólo la música pude iluminar, una luz a la que algunos llaman Caledonia. Y no sé como una tarde de julio me desperté camino de Glanstonbury, con la chica del vestido rojo y los niños, perdidos en Somerset buscando un concierto de VAN THE MAN. Pero yo no soy consciente de haber caído fulminado por ningún GORDO ABUSÓN, ni por ese GORDO que algunas veces se dedica a mostrarse a sí mismo un poco de lo que aún sería capaz de hacer y no hace. Jordi Abad
                                                  Lago Constanza 42 Revisited:
                                                  Tengo mala memoria, de eso pueden dar fe quienes me conocen un poco, y es especialmente mala en lo relativo a la orientación temporal. Y no es cosa de la edad. Siempre ha sido así. Nunca he podido relacionar un hecho concreto con un año, no digamos con un día, en particular. Si veo una fotografía, me resulta extremadamente dificultoso ponerle fecha. Sin embargo, los hechos están ahí, llamando a la puerta para ser recibidos.
 Para recordar lugares, tengo que aferrarme a pequeños detalles, a vivencias concretas que sirven de contraseña para acceder a esos archivos que están en alguna carpeta de mi cerebro. Lo malo es que mi SOC -Sistema Operativo Cerebral- es aún peor que el más desastroso Windows que podáis imaginar.  Por ejemplo, y para ser original con la frase, pongamos que hablo de Madrid.  ¿Qué cosas materiales relacionadas con esta ciudad se me vienen al pensamiento en primer lugar cuando pienso en ella? Fundamentalmente son cuatro, no necesariamente por este orden: las patatas bravas de Docamar, el olor del Metro -sí, soy uno de esos escasos degenerados a los que les embriaga el olor del Metro de Madrid; el de Bilbao me resulta excesivamente nuevo, aséptico-, los barros de Riaño y la casa de Lago Constanza 42. También me acuerdo perfectamente de una papelera desfondada del andén de la estación de Quintana en la que vomité con toda precisión sobre mis Adidas, pero eso es otra historia.  No recuerdo exactamente el piso -¿tal vez el segundo?-, pero sí, con toda exactitud, su distribución. Y, por supuesto, casi todo lo que allí viví. En Lago Constanza 42, la casa de mi amigo Alfredo, comí, bebí, dormí, bebí, jugué al ajedrez, bebí, vomité y luego volví a beber. Pero, sobre todas las cosas, lo que hice allí fue escuchar música, buenísima música. De acuerdo, alguna no tan buena, como el Honky Chateau de Elton John que Alfredo se compró en Santander, dudando entre ése disco y Harvest. Al final yo le aconsejé el de Elton John y me hizo caso. Espero que me haya perdonado.  No podría hacer una relación exhaustiva de todo lo que allí disfruté musicalmente sin aburriros con una larga y tediosa lista, así que resumiré como antes he hecho con las cosas que me recuerdan a Madrid. Obviamente, CSN&Y, ya sea los cuatro juntos, por separado o en las más diversas combinaciones a dos o a tres, y especialmente Teach Your Children; los Alman Brothers y la versión del Fillmore de In Memory Of Elizabeth Reed, que lleva adjunto el porrazo espectacular que me pegué al caerme de la cama cuando la canción terminó; Led Zeppelín; Joan Baez cantando una canción de Mike Newbury llamada Angeline, ésta por amargos y llorosos motivos, igualmente inconfesables que los de Teach Your Children; y, por último, aunque en primer lugar en mis recuerdos, Astral Weeks.  Y no digo Van Morrison, digo ASTRAL WEEKS. Fue escuchar "The love's to love the love's to love the love's to love..." y quedarme colgado para los restos. Y, sin tiempo para recuperarme, sin anestesia ni nada, desplegar las alas porque el show debía continuar. Jamás había escuchado antes a aquel tipo, pero cuando terminó Slim Slow Slider, sólo tenía dos alternativas: volver a escuchar Astral Weeks hasta que el vinilo se desgastase y la aguja del plato hiciese un surco hasta las antípodas, o pegarme un tiro en cada oreja para quedarme sordo y que mi último recuerdo musical fuese Astral Weeks. Por suerte, no opté por alguna de las dos. No creo que a Alfredo le hubiese hecho mucha gracia que le jodiera el equipo de música, y a mí todavía me quedaban muchas maravillas musicales por descubrir.  Ahora Alfredo se ha hecho un experto del Flamenco y yo me he convertido en un obseso de la Celtic Music, pero siempre nos quedará el recuerdo de aquella primera escucha de Astral Weeks.   Francisco Alonso:
                                                 Soy un isleño. A comienzos del año pasado, en Tenerife, actuó dos días un tipo corriente en apariencia al que ya unos años antes, peregriné para ver en Las Palmas, en el festival Womad . Nunca hubiera imaginado seriamente que Van Morrison visitara una pequeña isla del Atlántico, en donde residían las cenizas que un día aquél hombre corriente había causado con la impronta de su voz, cauce de lo más sublime de nuestra vida ordinaria y el rayo que parte tu vida en un antes y un después. Su poderosa energía no te carboniza, al contrario, convierte en diamante el ordinario existir. Es prosaico que el canto de otro isleño tenga a la radio como vehículo un día, y después de veinte años puedas verlo y oírlo dos tardes en tu ciudad, cantando la canción con la que te fulminó, ya como si fuera un viejo amigo.  Situar el escenario es sencillo, no así determinar la experiencia.  Yo era un pibe que preparaba oposiciones a agente de aduanas, ya veis... Estaba en mi habitación inmerso en la solución de alguna ecuación, con la radio puesta, creo que era Radio 80, Serie Oro , donde solían emitir standars de los 50's, 60's y 70' fundamentalmente. Desde que distinguí, abstraído en las relaciones matemáticas en que me hallaba, los rasgos y tiempos de una voz que cabalgaba en un boogie al que luego denominaron Gloria , no puedo determinar cuándo caí fulminado, simplemente, sucedió.  Me afané en conseguir material del grupo al que autorizaron el tema, los Them . A partir de entonces la búsqueda en que el mismo Van Morrison se emplea ha sido un espejo, a veces no muy fiel, de la mía propia. Buceé en su obra, y emergí, y nadé, y aún nado, y espero seguir haciéndolo mucho tiempo, y que el océano anchuroso de la música de este artista honesto y errabundo me conduzca a la ansiada orilla del hogar espiritual añorado. Eso él lo consigue cuando se sincera cantando, como todo un artista. Y si unos proclamaron ya un rey para el rock & roll, quizá él pueda presidir la república que él mismo fundó, más allá de las fronteras que franquea en los estilos de música, entre los países a los que visita, y siempre siendo, como diría Nietzsche, humano, demasiado humano .  Francisco Alonso
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